* En vigor la ley de trabajo en casa
* Hoja de ruta sobre un asunto complejo
El laboral es, sin duda, uno de los temas en donde alcanzar consensos entre distintos sectores del país resulta muy difícil. Las posturas de empleadores, trabajadores así como del Gobierno, el Congreso y otras instancias suelen ser muy diferentes, razón por la cual los ajustes de fondo que se hacen a esta legislación terminan generando más desencuentros que unidad de criterios.
En momentos en que el país atraviesa por un clima social, económico y político muy agitado, que se refleja no solo en la seguidilla de paros y desorden público derivado, sino también en la dificultad para alcanzar un acuerdo entre el Ejecutivo y los promotores de las movilizaciones, resulta evidente que la capacidad para avanzar hacia la concertación continúa siendo uno de los grandes pendientes nacionales en muchos órdenes.
Por lo mismo, vale la pena destacar cuando en algunos temas específicos se logra esa conjunción de voluntades que tanta falta le hace al país para poder retomar el rumbo en medio de la pandemia y su grave coletazo a todo nivel.
Por ejemplo, esta semana el Presidente de la República sancionó la ley 2088 de 2021 que regula el trabajo en casa, una de las modalidades laborales que se disparó en medio de la crisis sanitaria, puesto que una porción significativa de trabajadores han desarrollado sus tareas desde su respectiva residencia, ya que ello reduce el riesgo de contagiarse de covid-19.
Además de fijar de manera clara las reglas de juego que deben seguir las empresas y empleados cuando estos trabajan desde su casa, lo más importante de esta nueva norma es que su trámite en el Congreso permitió una amplia discusión sobre un tema muy delicado de regular pero que de un momento a otro se tornó urgente. Gobierno, partidos, sindicatos, patronos, expertos en seguridad social y reconocidos juristas en asuntos laborales, tomando como referencia los marcos normativos de otros países en donde esta modalidad está más extendida, lograron ir confeccionando debate tras debate un articulado sólido y estructurado.
Al final, la ley resultante ha tenido apoyo de muchos sectores que la consideran no solo equilibrada en materia de derechos y deberes de empleadores y empleados, sino acorde con las realidades del mercado laboral y la tipología de la oferta y demanda de mano de obra calificada y no calificada en nuestro país. De igual manera, se asegura que las nuevas reglas del juego para el trabajo en casa (que difiere del teletrabajo, regulado por una ley de 2008) están ajustadas a la jurisprudencia dictada por las altas Cortes y los tratados internacionales sobre la materia.
Como se dijo, este tipo de muestras evidentes de concertación no son muy frecuentes en Colombia, y menos sobre un tema tan complejo como el laboral. Claro, existen algunas críticas puntuales a la nueva legislación pero en general la norma se cataloga de muy potable, a tal punto que -como lo recordara uno de sus ponentes esta semana- su derogatoria o reforma no hace parte del extenso pliego de peticiones que presentó el llamado Comité Nacional de Paro al gobierno Duque, frente al cual las posturas permanecen muy lejanas en algunos puntos pero coincidentes en otros.
No era, por lo demás, un tema fácil de regular, sobre todo porque el hecho de que la pandemia lleve quince meses de emergencia en nuestro país evidenció que se requería una normatividad para ser usada a corto, mediano y largo plazos.
La Ley sancionada esta semana, si bien parte de que el trabajo en casa es una circunstancia excepcional, deja en claro que la relación laboral continuará bajo los términos pactados al inicio del contrato. Es decir, que el empleado cuenta con los mismos derechos y garantías que tiene cuando desempeña su labor en la empresa o sitio de trabajo. No hay cambios en la jornada laboral, horas extras, trabajo nocturno, dominicales y festivos, descansos, derechos de asociación, negociación sindical ni en las prestaciones económicas y asistenciales.
Visto todo lo anterior, queda claro que cuando las voluntades de todos los sectores se enrutan hacia un mismo objetivo, es posible allanar acuerdos sobre temas difíciles. Esta ley es una prueba fehaciente de ello, más aún en un país en donde el empleo se ha visto fuertemente golpeado por el impacto de la crisis sanitaria, al punto que a mediados del año pasado la tasa de desocupación se ubicó en más de 25% pero afortunadamente se ha ido reduciendo poco a poco, al punto que el último reporte la situó en 14,2%.
Esperemos que este ejemplo de la ley de trabajo en casa sirva de ejemplo para el Gobierno, sindicatos, gremios, Congreso y partidos de cara a la compleja negociación para superar el actual momento de tensión social, económica y política.