Ha transcurrido un año desde cuando los medios de comunicación internacionales se volcaron a informar sobre la crisis en Ucrania, que inicialmente parecía obedecer a factores internos de descontento normal y corta duración. Las protestas en la capital se centraron en la plaza de Madán, pero fueron creciendo y se levantaron barricadas en la zona que desbordaron las fuerzas policiales, provocando, a su vez, protestas y levantamientos en el resto del país contra el gobierno de Víctor Yanukóvich. Este era señalado por la oposición de ser un ‘títere’ de Moscú, pese a que era un político reconocido por su habilidad y mano dura, que llegó al cargo tras unas elecciones, también cuestionadas. Cercado el Gobierno y el Parlamento, se anarquizó el país y las instituciones se resquebrajaron. Situación que aprovecharon los grupos extremos para intentar apoderase de algunos gobiernos locales. La división se extendió aún más entre partidarios de incorporar Ucrania a la Unión Europea o al influjo de Moscú.
La polarización política llegó al extremo de dividir, no solamente a la población civil, sino a las Fuerzas Armadas y policiales. Ese fenómeno fue aprovechado por los disidentes de la región de Crimea, con el inmediato apoyo del gobernante ruso Vladimir Putin, quien, en una audaz estrategia político-militar anexionista, se quedó con esa zona, región ligada por siglos a Moscú. Se trató allí de volver a las antiguas fronteras de la Gran Rusia. La formidable maquinaria militar rusa se financia con las regalías petroleras, una situación que por la caída de los precios del petróleo en estos momentos merma de manera alarmante las finanzas oficiales de Moscú y afecta consecuencialmente su política expansionista.
Ucrania, por cuenta de la guerra en la zona de Dombass, donde ejércitos partidarios de los rusos luchan por seguir el ejemplo de Crimea y separarse, se hunde un poco cada día. La moneda devaluada ha perdido la mitad de su valor por la incertidumbre política. Nadie invierte y la modesta ayuda de Occidente apenas alcanza para cubrir el costo del suministro de gas ruso. Así, pues, Ucrania se sumerge en la anarquía y sus anticuerpos parecen no operar, en tanto se desvertebra el país y los bandos se eliminan mutuamente. Todo ello en menos de un año.