* Pasos en firme para corregir costoso error
* Colombia apuesta por un nuevo plan férreo
Desde cuando el Banco Mundial rindió su primer informe sobre Colombia en 1949, nuestro país empezó a descuidar el modo férreo en provecho del sistema carretero. El grueso de las inversiones fue desde entonces a privilegiar el transporte por carretera y nuestra red de ferrocarriles empezó una agonía que aún subsiste.
Este fue un costoso error que estamos descubriendo, de la misma manera que casi todos los países. El transporte por ferrocarril, sobre todo de carga pesada, es inmensamente más económico que por carretera y evidentemente más amigable con el medio ambiente. Por eso se está redescubriendo un interés generalizado en la modalidad férrea en todo el mundo, lo mismo que por el transporte fluvial que, igualmente, es infinitamente más barato tratándose de cargas muy pesadas. Incluso, ese interés universal sobre la eficacia del tren ha tomado más vuelo debido a la tendencia a construir sistemas multimodales e interconectados entre distintas modalidades de movilización de pasajeros y mercancías.
Por todo lo anterior hay que celebrar que se haya expedido por el Conpes el documento titulado “Plan maestro ferroviario”, que constituye una guía de las políticas que habrán de seguirse en los años venideros para restablecerle al ferrocarril la importancia que los tiempos modernos reclaman. Y es que, a pesar de todo el abandono de nuestro sistema férreo, este sigue movilizando una cuarta parte de la carga del país. Por costos, eficiencia y capacidad adaptable debería ser mucho más.
El mito sobre el cual se montó el informe del Banco Mundial de 1949 partía de la apreciación, a todas luces equivocada, de que como Colombia era un país montañoso había que abandonar los ferrocarriles y privilegiar el modo carretero. Y así se hizo. Precisamente por ello es que no solo tenemos una red extremadamente enclenque (3.553 kilómetros) sino que en muchos de ellos sigue imperando la trocha estrecha, un sistema que ya ha sido abandonado en casi todo el planeta.
La desatención por el modo férreo en nuestro país se constata cuando se analiza la ínfima cantidad de inversión pública que fluye hacia los ferrocarriles: 1,8% del total destinado a infraestructura. El descuido institucional en que se le ha dejado caer es también asombroso. Tal como lo recapitula el documento Conpes que hemos citado, la última norma general que se expidió sobre el funcionamiento del sistema férreo está cumpliendo por estos días 100 años: se trata de la ley 76 de 1920. Desde entonces la tecnología atinente al material rodante y las posibilidades de que el sector privado entre a ser parte importante en la gestión gerencial, financiera, visión de negocio y desarrollo de esta modalidad de transporte han variado también sustancialmente.
Con los fenómenos de crecimiento urbano y de conurbación, el modo férreo está adquiriendo también una creciente importancia. El Metro de Medellín, al cual habría que agregarle ahora el nuevo ramal que se ha aprobado recientemente, y el tranvía de Aranjuez, en la capital antioqueña, son el mejor ejemplo de cómo estos sistemas de transporte sobre rieles están llamados a convertirse también en la redención de la movilidad en nuestras ciudades.
A lo anterior habría que añadir la decisión, ¡por fin!, que se ha tomado de iniciar la construcción del siempre dilatado Metro de la capital de la República. Y tal como sucede en prácticamente todos los países modernos, los trenes de cercanías abren igualmente inmensas posibilidades para desembotellar el tráfico de buses y camiones que congestionan inclementemente la entrada y salida de nuestras ciudades. Hay que registrar, por lo tanto, como un avance hacia la racionalidad en la movilidad los proyectos que empiezan a levantar vuelo entre nosotros, como es el sistema regional de cercanías que va a unir a Bogotá con los municipios del occidente de la Sabana, en una primera instancia. Después vendrán trenes de cercanía en otras direcciones en la ciudad-región más importante del país.
En ese orden de ideas, el Plan Maestro Ferroviario recientemente divulgado por Planeación Nacional es, en suma, un recetario de medidas administrativas, institucionales y financieras que el país debe adoptar para rescatar un activo tan importante como el de los ferrocarriles. Un sistema que nunca se debió dejar languidecer pero que se está a tiempo de recuperar.
La modernidad de Colombia en las décadas venideras debe pasar por los rieles de un potente y eficiente sistema férreo. Eso es claro, tal como está ocurriendo en los países más desarrollados y las principales economías emergentes.