* Renuncia del jefe de Planeación
* El embudo de las arenas movedizas
La noticia de la renuncia protocolaria del gabinete y otros altos servidores del Gobierno, luego del movido consejo de ministros del miércoles en la noche, fue rápidamente rectificada ayer por la Casa de Nariño. Al parecer, fue un ofrecimiento de algunos participantes y no una solicitud presidencial, pese a que la sugerencia habría sido hecha por su dependiente favorita en la jornada.
Lo que sí se confirmó fue la salida voluntaria del jefe de Planeación, Jorge Iván González, el último de los mohicanos tras el intempestivo relevo de los titulares de Hacienda, Agricultura y Educación, que hace un tiempo se pronunciaron, en conjunto, contra la reforma de la salud. Y que casi un año después, cuando hasta ahora se abocará el tercer debate en el Congreso, todavía se mantienen en la misma línea por considerar esta iniciativa temeraria e inconveniente para el país.
Como es conocido, desde aquella súbita remoción ministerial se confirmó que la coalición política oficialista estaba pegada con babas y que le resultaba particularmente incómoda al primer mandatario, Gustavo Petro. Si bien el jefe de Estado había invitado a los miembros del gabinete a opinar libremente sobre la reforma, no fue de su gusto la discusión técnica planteada por los miembros de su equipo, ni los sesudos documentos presentados en la materia. De hecho, algunos partidos de inmediato aprovecharon para romper y declararse independientes. Mientras otros, nostálgicos del venero clientelista, todavía hacen su mayor esfuerzo a fin de mantenerse en el oficialismo, imponer las deleznables canonjías a las convicciones partidistas señaladas por sus jefes y evadir las conveniencias nacionales frente a la omnímoda, omnipresente, omnipotente, mejor dicho, antiliberal y socializante entronización estatal que se pretende.
Ya por entonces habían salido las ministras de Cultura y Deporte, y más adelante se unió la polémica titular de Minas. Y también se hicieron modificaciones en las carteras de Comunicaciones, Ciencia e Interior, en este caso por la debacle de la reforma política. En síntesis, se creyó que el nuevo sería un gabinete de largo plazo. O que al menos serviría para recuperar la credibilidad gubernamental, en continua decadencia.
Sin embargo, los saltuarios cambios en esa dirección sirvieron de bien poco. Ya son varias las veces, en los últimos meses, que se filtra la irritación presidencial por la histórica baja de la ejecución presupuestal y, de otra parte, no llevar al dedillo sus directrices, abotagadas de trinos y anuncios de política pública sin la debida preparación. Desde luego, hay algunos funcionarios totalmente obsecuentes quienes, pese a los ostensibles límites jurídicos, que de suyo no deben sobrepasarse so pena de secuelas lamentables, se han abstenido de explicarle al presidente las consecuencias de actuar a contrario sensu, así pongan en riesgo su permanencia.
Al revés, funcionarios de nivel ministerial, como el renunciado jefe de Planeación, prefieren hacerse a un lado cuando de por medio pueden surgir graves esguinces a las normas. Como al parecer habría ocurrido en el consejo de ministros de anteayer, con la aparente propuesta de impedir a rajatabla las inversiones y recursos de ley para Antioquia, bajo una conducta rayana en los códigos y de castigo por el descalabro oficialista en las últimas elecciones regionales y municipales (al igual que en la gran mayoría de la nación). Bien lo dijo el servidor en su carta de retiro: es imposible un buen gobierno sin el concurso de alcaldes y gobernadores.
Fuere lo que sea, es tradicional decir que ministros y altos funcionarios son apenas fusibles políticos. Es una máxima natural en la trayectoria de la cosa pública, puesto que es común que se necesite refrescar, recuperar la iniciativa y ajustar los horizontes. Verbi gracia, el cambio de Comisionado de Paz que, no obstante, no sirvió de mucho para haber relanzando, en esa oportunidad, el proceso de paz con el Eln y las neo-Farc o ‘Estado Mayor’. Y resguardarlo del burocratismo, los cortos circuitos y la ambivalencia en que se ha sumido. No se sabe pues si por esta vía, ciertamente, el actual jefe de Estado también logrará el Nobel de Paz, como parece que ya comienza a ser el derrotero rutinario. Lo que sí se sabe es que las especulaciones y sofismas no son el camino para la anunciada paz presidencial de 2025.
A fin de cuentas, se desconoce si habrá renuncia protocolaria o el gabinete seguirá en su desmayo, polémicas eternas y deshaciéndose a pedazos. Pero los tremores indican que podrá ser así. Aunque esto viene ocurriendo desde hace más de seis meses, manteniéndose en el embudo de las arenas movedizas.