De Franco a Suárez
Demócrata y estadista
La muerte en la cama del generalísimo Francisco Franco, el 20 de noviembre de 1975, que, por su avanzada edad y quebrantos de salud, era esperada por años por sus adeptos y adversarios, dejó como atónitos a los españoles y provocó que el mundo entero se inquietara por el futuro del país. Estaban a punto de cumplirse dos años del atentado en Madrid a su sucesor y presidente del Gobierno, almirante Luis Carrero Blanco, quien después de asistir a misa y cuando se dirigía a su residencia, una poderosa bomba explotó y elevó el vehículo en el que se movilizaba unos 20 metros. Su muerte resultó trágica para el régimen, que se quedó sin un sucesor que tuviese el respaldo de las Fuerzas Armadas, el aparato oficial y partidista, como del respeto de la población, que de todas maneras se inclinaba por avanzar a la democracia. El triunfo militar del sector nacionalista durante la guerra civil que estalló en 1936, capitaneado por Franco, dejó un país dividido y de luto por el millón de víctimas que cayeron en ambos bandos. Franco era un militar irreductible, gobernó con mano de hierro. Asumió el poder en 1939 hasta su muerte en 1975.
El régimen de Franco se parecía más al vivac del guerrero, puesto que manejó los hilos del poder como un general en guerra, bajo una estrategia de conflicto interminable. Al conocerse la noticia de la muerte del hombre fuerte español, posiblemente nadie pensó en el joven político Adolfo Suárez, licenciado en Derecho de la Universidad de Salamanca, que apenas se asomaba a los primeros planos, figuras notables vinculadas al franquismo como él eran más conocidas, en particular Manuel Fraga Iribarne, un brillante académico, escritor y estadista de positivas ejecutorias. Fraga influye de manera decisiva en consagrar el nuevo orden constitucional, lo pierde que había tenido una decisiva figuración durante la dictadura, así fuese quien abogó a fondo por la transición democrática. La cronología de la vida política de Suárez es sobresaliente: Nace en Cebreros el 25 de septiembre de 1932. A los 25 años presta servicios en la Delegación Nacional de Provincias. Le nombran jefe del Gabinete Técnico de la Vicesecretaría General del Movimiento y director del Gabinete Jurídico de la Delegación Nacional de Juventudes. En 1964 ingresa a la Televisión Española, a los 5 años es su director y desde allí hace amigos. Poderosos.
Suárez, asume en 1968, la gobernación civil de Segovia, es nombrado procurador en Cortes. Designado ministro general del Movimiento con Carlos Arias Navarro, cuando éste se retira el rey Juan Carlos I, de manera sorpresiva le nombra presidente del Gobierno en 1976. Suárez participa en la redacción de la Ley de Reforma Política, que el pueblo español aprueba por referéndum el 15 de diciembre con el apoyo entusiasta del 94,2% de los votantes. Suárez, quien considera que la democracia es el arte de la convivencia, se concentra en las reformas militar y política. En marzo de 1977 decreta la amnistía política. Legaliza todos los partidos políticos, incluido el Partido Comunista y también los sindicatos afines a la izquierda. El 15 de junio del 77 se convocan las primeras elecciones libres, a las que Suárez se presenta como cabeza de lista en Madrid por la coalición Unión de Centro Democrático (UCD). Orienta la unión de azules, populares, cristianos y socialdemócratas, que triunfa. Forma el denominado tercer gobierno de la monarquía y el primero de la democracia, que quedó constituido el 5 de julio de 1977. Es inspirador y signatario de los resonantes Pactos de la Moncloa, el Acuerdo sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía y el Acuerdo sobre el programa de actuación jurídica y política, sobre cuyas bases y consenso se edifica la estabilidad institucional del país y se garantiza la suerte de la Transición democrática. Al restablecer el orden y dejar actuar en libertad las fuerzas políticas y sociales, España encuentra un nuevo rumbo y sale de la crisis económica. Su brillante gestión le gana el afecto popular y recibe el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Las palabras del rey Juan Carlos I resumen la congoja que sienten los españoles por su desaparición y el orgullo de haber seguido a un político de tan nobles ideales y valiosas ejecutorias por la España grande.