La paradoja de los comicios italianos es que un comediante de profesión, Beppe Grillo, hasta cierto punto le ha dado seriedad a la confrontación política. En medio de la tragicomedia que viven los italianos, él se convierte en factor decisivo ya que puede inclinar la gobernabilidad de un lado a otro de los extremos en que está dividida la política de ese país. Lo que se sabe hasta ahora de su tardía vocación por la política es que el personaje hace parte de la variopinta de los “indignados” y que de pronto le entró un delirio mesiánico, considerando que con sus chistes, bromas e ironías era más serio que algunos de los hombres públicos y legisladores. En ese momento en pequeños teatros, tabernas y lugares públicos, entre chiste y chanzas, va descubriendo sus ambiciones de poder que provocan risas y aplausos de un público que se solidariza con burlas e imitaciones que hace de los protagonistas de la gesta electoral. Y como de improviso, en las emisoras y las redes sociales empieza a sonar el nombre de Beppe como una alternativa para votar contra los agentes que representan las maquinarias partidistas.
Su figura de pelo blanco, cabeza cuadrada, hirsuta barba, el puño cerrado, unos cuántos kilos de más -es un hombre maduro- se hace familiar a los ciudadanos. De pronto tiene la sensación que es preferible la anti-política a la política, que el voto de protesta es más significativo que el voto por los mismos con las mismas. En ese momento, emerge la voluntad de un gran sector de la población italiana de castigar con el voto a los políticos que tantas y tan reiteradas veces le ha quedado mal. Una de las cosas que más ha combatido Beppe Grillo son los excesos de la burocracia, los exorbitantes salarios, los contratos amañados, el despilfarro, las falsas promesas, y el sartal de mentiras con las cuales suelen embaucar a sus seguidores. La condena a la corrupción ha sido su bandera y rechazo a las manipulaciones de los dineros públicos que se hacen en casi todas las poblaciones de Italia donde, como por arte de magia, los fondos que se recaudan van a parar a la bolsa de contratistas corruptos ligados a los jefes partidistas.
Es de anotar que los partidos políticos italianos son relativamente recientes y están protegidos por la misma Constitución que los favorece en un régimen parlamentario, que es a su vez un régimen de partidos. Como se recuerda, Berlusconi consiguió reducir a la mínima expresión electoral a los partidos socialista, comunista y democracia cristiana. Y en las regiones han surgido una suma de partidos pequeños e intermedios que ejercen gran influjo en el apoyo que dan a quienes aspiran a llegar al Parlamento. El de Berlusconi, de una fuerza de extrema derecha neofascista pasó a ser de centroderecha.
Puede considerarse el sistema italiano de partidos y de gobierno parlamentario uno de los más dinámicos de Europa y en donde existen más partidos políticos que Inglaterra, que desde siglos ha mantenido la dualidad entre conservadores y laboristas. Así que para un primer ministro mantener el equilibrio de poderes de que habla el barón de Montesquieu es realmente una obra de magos o malabaristas, ya que al menor descuido el sistema amenaza caerle encima.
Berlusconi ha logrado algo increíble: demoler a la izquierda electoralmente, la que se refugia en la universidad y en las cortes, desde donde libra una colosal pelea contra el dirigente de derecha, al que acorrala con las continuas denuncias que procesan los jueces. La situación se convierte en insostenible en el momento en que se agudiza la crisis económica europea y las continuas demandas por las francachelas que Berlusconi sostiene en sus palacios son utilizadas como arma política para destruirlo. En una manera de prestidigitador, el famoso dirigente renuncia a su cargo de primer ministro e inclina la política a favor de Mario Monti, un banquero ortodoxo. Éste actúa como un gestor del banco europeo, que sigue a raja tabla los dogmas económicos de Alemania en materia de austeridad, pago de deudas y reducción del déficit. Al emplear todas estas fórmulas al tiempo y recortar algunos gastos públicos y salarios se contrae la demanda y se exilia la inversión extranjera, lo que ahonda la crisis italiana, que para algunos observadores podría ser mucho mayor que la de España. Berlusconi ya estaba rindiendo cuentas en los tribunales y toma la súbita decisión de reintegrarse a la política, dado que se considera traicionado por Monti. En ese momento las encuestas favorecen al gobernante, pero muy pronto la acción política de Berlusconi da al traste con las ambiciones de Monti, que como otros miembros del centro y la derecha adversos al ex premier mantienen sus candidaturas solamente para que el controvertido líder de la derecha no alcance la victoria. Sin embargo, el que trastoca toda la política e impide que Berlusconi tenga la mayoría fue Beppe Grillo, quien logra altísima votación con su sola presencia de iconoclasta iracundo y convierte la política en una comedia donde se resalta que los partidos políticos que quedaban de la posguerra han sido derrotados y el duelo que viene parece que se dará entre la extrema izquierda y la extrema derecha. ¿Qué pasó con el centro?.