*Retrospectiva histórica
*Horribles crímenes impunes
Cada aniversario del 9 de abril los periódicos y demás medios de opinión, así como algunos comentaristas, dedican espacio a describir lo que pasó y a analizar los gravísimos episodios de violencia que ese día aciago produjeron miles de muertos en Bogotá. Es de recordar que desde el inicio de su gobierno el presidente Mariano Ospina Pérez llegó al poder con la consigna de romper con el antagonismo liberal - conservador, que excluía absolutamente del poder al contrario, para ofrecer un gobierno de Unidad Nacional. Como Jorge Eliécer Gaitán había derrotado a sus contendores en el liberalismo y fue nombrado jefe único de ese partido, Ospina lo invitó a formar parte del gobierno con una representación importante de sus agentes. Se trató de hacer un gobierno pacifico, de convivencia nacional y con el respaldo de los mejores de las distintas tendencias políticas, con la finalidad de volcar las energías nacionales al progreso. Ospina ha sido uno de los grandes ejecutores del país por la empresa de engrandecer a Colombia, junto con el jefe conservador Laureano Gómez, quien, cuando años antes estuvo en el gobierno como ministro de Obras del general Pedro Nel Ospina Vásquez, había probado ser uno de los más eficaces promotores del desarrollo nacional.
La obsesión de Jorge Eliécer Gaitán era sacar a Colombia del atraso, en lo que coincidía en algunos aspectos con las tesis de Laureano Gómez y Mariano Ospina, quienes desde otra esquina están por lo mismo. A la distancia en la perspectiva histórica se notan algunos puntos de contacto entre estos prohombres de la época, como es el caso del proyecto de Ley de reforma del Banco de la Republica que presentó en el Senado Gaitán, el cual, entre otras cosas, facilitaba que la Banca Central les pudiese prestar a las empresas que presentaran proyectos importantes de expansión para el desarrollo del país. En ese intervencionismo de Estado para favorecer el crecimiento y modernización del país estaban de acuerdo esos tres dirigentes, así discreparan en asuntos de estrategia política partidista. Es de recordar que el presidente Ospina revertió la concesión petrolera Mares a la Nación, en un acto nacionalista que permitió que más adelante en el gobierno de Laureano Gómez se creara Ecopetrol, empresa tan decisiva para el progreso colombiano.
Jorge Eliécer Gaitán pasa de colaborar con el gobierno del presidente Ospina a la oposición. La Unión Nacional estalla, dando inicio a la más implacable oposición a su antiguo aliado. La política de apaciguamiento de Ospina, no había resistido la presión disolvente de las apenas adormecidas hostilidades entre los dos partidos históricos, ni los personalismos de los dirigentes. Un estadista de la calidad de Ospina que se ocupaba en proyectos macro, organizar las finanzas nacionales, impulsar la creación de empresas privadas competitivas en la industria, fomentar el crédito y la productividad agrícola, extender el Seguro Social a los trabajadores, ampliar la educación al mayor número de colombianos, llevar la electricidad a los municipios lejanos, mejorar la calidad de vida y de asuntos tan esenciales para la salud como de abolir la chicha, de improviso se ve envuelto en la oposición a ultranza aupada por la lucha de clases, que desata Gaitán. La República se torna ingobernable. Gaitán es un agitador de masas de efectos hipnóticos sobre las multitudes, capaz de suscitar el paroxismo de sus seguidores, al estilo que había asimilado en la Italia de Mussolini.
Los dirigentes de los partidos tradicionales no consiguen alcanzar acuerdos políticos con Gaitán, quien había quemado las naves y no transaba sus ambiciones, convencido de poder “derrotar a las oligarquías”. La tensión social que desató Gaitán llegó a tal punto que los viernes culturales al terminar sus demagógicas peroratas sus seguidores solían asaltar los comercios y golpear a las personas de corbata. El odio se puso de moda. Entre tanto, Bogotá y el país se preparaban para honrar a los plenipotenciarios y delegados que participarían en la IX Conferencia Panamericana, que reorganizaría las relaciones bilaterales entre Estados Unidos e Hispanoamérica. En plena guerra fría, desde Moscú el largo brazo del comunismo internacional se movía por la muerte de Gaitán. Las revueltas y los incendios amenazan destruir la capital; el gobierno sobrevive, vuelve la convivencia partidista. Por desgracia, para la paz de Colombia y el orden, el crimen de Gaitán y los crímenes de ese día nefasto quedaron en la impunidad.