Una nación en estado de shock
La verdadera bomba de tiempo
Los Estados Unidos y la comunidad internacional están hondamente conmovidos por cuenta de la tragedia racial protagonizada en Charleston, Carolina del Sur, por un joven de apenas 21 años, caucásico, de rostro infantil y cabello rubio, delgado, desgarbado y sin antecedentes penales, pero con una mirada que parece delatar cierta perturbación mental. Fue él quien, con la pistola que le regaló su padre en su cumpleaños, resolvió atacar con evidente premeditación y sin provocación alguna, a la comunidad de personas de raza negra que oraban en la iglesia metodista episcopaliana afroamericana Emanuel. Ese templo tiene especial prestigio y significación por ser un símbolo de la unión religiosa de la comunidad negra de esa gran nación. Las autoridades policiales que se desplazaron al lugar apenas unos minutos después que los vecinos oyeron los disparos, encontraron ocho personas asesinadas en total estado de indefensión.
En un país que en los últimos tiempos ha estado sacudido por distintos casos de violencia con móviles raciales, que incluso involucra a efectivos policiales que dispararon contra personas de color en distintas circunstancias, la sentencia de uno de los vecinos de la iglesia fue impactante: “estalló la guerra racial”. Una sensación que se hace más evidente al conocerse que el joven, capturado rápido, admitió claramente que ese era su objetivo. Lo que se corrobora también porque le permitió a uno de los feligreses sobrevivir y salir del templo para que contara a su comunidad sobre el ataque y sus móviles.
La dramática noticia estremeció la conciencia de millones de estadounidenses que, en general, consideran que en el país, pese a los casos recientes que tuvieron como víctimas tanto a personas afrodescendientes como de otras razas, dando lugar a protestas y asonadas en distintos Estados, no iban a escalar esos hechos de violencia racial y menos volver a las masacres que recuerdan las aciagas épocas de la discriminación y el temido Ku Klux Klan. Y menos aún cuando la nación tiene como presidente a un hombre de raza negra como Barack Obama, electo y reelecto por el voto de millones de personas de todas las etnias. No hay que olvidar que Obama es de madre blanca y padre negro, migrante africano libre.
La lucha por conseguir la cohabitación pacífica e igualitaria de las diversas razas ha sido intensa a lo largo de la historia de la primera potencia mundial, sin que se hayan podido conjurar del todo las tensiones y los pulsos entre las mal llamadas comunidades “blancas” y “negras”, calificativos a todas luces peyorativos en una nación en donde conviven personas de todas las razas y orígenes.
Entre la lluvia de declaraciones sobre el caso Charleston, sobresalen algunas, como las de Jahn Richardon, hombre de raza negra, quien sostiene que “hay pocos lugares con mayor tensión racial que Charleston”. Sostiene, sin entrar en detalles, que el hecho de que esta ciudad al sureste de E.U. fuera uno de los principales puertos de desembarco de esclavos negros en épocas coloniales, hace que todavía hoy “la energía y la atmósfera sean diferentes”. Por lo tanto, no le parecía nada casual que el objetivo del asalto del joven fuera una iglesia fundada por abolicionistas afroamericanos.
Tras la matanza y los detalles que se fueron filtrando sobre la misma se temía un estallido de ira colectiva de la comunidad negra en Charleston. Ello no ocurrió, pero se teme que se produzca más temprano que tarde. Según explican los psicólogos, por ahora, la reacción ha sido de estupor y dolor, dos ingredientes emocionales que de momento tienden a paralizar y sumir en la desesperanza a los afectados. Pero lo que pueda pasar en adelante depende de cómo actúen las autoridades ante el dramático caso. Por lo pronto el presidente Obama no solo ha condenado la masacre y advertido sobre la creciente tensión racial, sino que reclama un debate a fondo sobre el porte de armas, tema que divide a los estadounidenses desde hace décadas. Voceros de las negritudes exigen castigo ejemplar al asesino e incluso piden que sus padres sean enjuiciados también, algo que no contemplan las leyes de ese país. Lo cierto es que la gran mayoría de los estadounidenses se manifestaba ayer en contra de lo ocurrido y advertía que la sucesión de casos de tensión y discriminación hacia los afrodescendientes es una bomba de tiempo que ya desembocó en una masacre y podría, si no se toman medidas políticas, sociales, económicas e institucionales, dar lugar a un hecho aún más grave. Por lo pronto es claro que en pocos días habrá un movimiento de protesta a escala nacional de parte de todas las comunidades raciales.