* Que lo dejen trabajar
* No se sabe si habrá reelección presidencial
Es curioso que el presidente Juan Manuel Santos lleve apenas algo más de un año de completar sus labores como Primer Mandatario, cuando se empiezan a remover candidaturas conservadoras extemporáneas. Una de ellas, ciertamente, la del procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez, lanzada por quienes de alguna manera están o pueden ser investigados por él. El mismo Ordóñez lo desestimó perentoriamente: “A palabras necias, oídos sordos”.
Está bien que Ordóñez lo haya hecho de una vez para saldar cualquier sospecha en el sentido de que sus actuaciones en la Procuraduría podrían servir de base para aspiraciones políticas personales. Nada más lesivo al ejercicio de su cargo que la posibilidad de politizar. El país debería acostumbrarse a que un buen funcionario público en el cargo que esté, debería ser aplaudible por el hecho de cumplir con su deber y no llenarlo con cantos de sirena sobre aspiraciones futuras.
Un buen senador debería ser eso: un buen senador. Lo mismo debería pasar con alcaldes y gobernadores y así con el resto de servidores públicos. En un país tan presidencialista como Colombia, sin embargo, algunos creen que el único servicio efectivo y prestigioso es el de la Presidencia de la República. Lo cual es una equivocación. Un buen magistrado, por ejemplo, puede ser en muchas ocasiones más importante o acreditado que el mismo Jefe de Estado, y lo mismo podría pasar con la Fiscalía o la Contraloría.
La Procuraduría General de la Nación es una entidad que por sí misma tiene una importancia descomunal. Es nada más y nada menos que la representante de la sociedad y del interés general. Bajo esa tesis es precisamente que Ordóñez ha adelantado una Procuraduría de lujo. Y como se ha visto no ha reparado ni en enseñas políticas, ni en favoritismos, para tomar sus determinaciones. Seguramente será reelegido en el cargo, no por las alianzas parlamentarias, sino por la eficacia laboral. Sorprende, pues, que algunos parlamentarios lo hayan postulado a la Presidencia, quizá intentando también situarse favorablemente en caso de ser reelegido.
Pero al contrario, Ordóñez está hoy en capacidad de presentar exclusivamente su hoja de vida al Congreso, sin necesidad de hacer ningún tipo de acuerdo para obtener su reelección. Sería sin duda ejemplificante hacia el futuro que ello ocurriera, porque lo que necesita el país precisamente es romper los lazos de las corporaciones públicas con los organismos de control. Pueden seguir siendo los voceros de ellos, elegidos por el Congreso, lo que definitivamente no es dable ni bueno es mantener imbricaciones para conseguir los sufragios.
Lo que hoy ocurre en los Concejos municipales no es de buena índole cuando están facultados para elegir Personeros y Contralores. Por lo general se hacen coaliciones, inclusive con la Alcaldía, para elegir a estos servidores públicos y así impedir el sano control de la disciplina y las finanzas públicas. Hay allí uno de los principales problemas en la administración pública, pues se verifica el carrusel de “yo te elijo y tú me eliges”.
El procurador Alejandro Ordóñez ha puesto un lindero muy alto en el ejercicio de su cargo. Ha dicho que la corrupción en Colombia es la causa de muchos males e incluso peor que la violencia. Habiendo sido Magistrado, logró ponerle sindéresis jurídica a la entidad. Y muchos de sus colaboradores actúan en el mismo sentido.
Por lo demás, no sólo es excesivamente prematuro el debate sobre candidaturas presidenciales. Tan prematuro como que el mismo presidente Juan Manuel Santos aún no ha dicho, y puede hacerlo, si va a hacer uso de la cláusula constitucional que le permite la reelección inmediata. Es evidente que le queda muy difícil bajarse de esa posibilidad. Aunque ha dicho que la Unidad Nacional es para gobernar y no para elegirse, nadie dentro de ella parece animado a que no ocurra lo segundo.