El juicioso trabajo del senador J.M. Galán
Emasculación del Congreso, la rutina actual
EL uso de la marihuana con fines terapéuticos o científicos, con sus diferentes productos químicos provenientes de los recursos genéticos de la mata, es perfectamente obvio dentro de los avances comunes de la medicina. Ello, por supuesto, con su debida racionalización, protocolos de cultivo y comercialización. De modo que parece un poco exagerado mostrar el tema como si fuera de vanguardia y no simplemente cosa de sensatez y del normal desarrollo en el mundo actual, tal como ocurre desde hace tiempo con derivados de la amapola y otros similares.
Debería, por lo tanto, ser un elemento de ley, en la línea del proyecto presentado por el senador Juan Manuel Galán. Anticiparse a ello en un decreto de última hora pareciera más bien un palo en la rueda por parte del Gobierno contra la propuesta del congresista, en procura de ganar halagos vanguardistas que no tienen mayor sentido.
Es claro que Galán viene trabajando concienzudamente el tema y la confección del articulado ya es sólida, después de haberlo socializado en decenas de foros por todo el país y al interior del Parlamento. El mérito, si fuera del caso, es evidentemente suyo. En ese proyecto está claramente determinado el método de licenciamiento, las formas del cultivo y de acceso, y los mecanismos propios para el establecimiento de las empresas interesadas en estos productos, así como la distribución controlada en droguerías y centros de salud.
El debate radica para algunos en si ello será el escenario para que el consumo abierto de la marihuana quede legalizado por la puerta de atrás. Ya en México -por reciente fallo judicial- y Uruguay se han adelantado a Colombia en esa materia, puesto que aquí simplemente el Gobierno ha dicho que se trata de abrir el debate respectivo, pero en concreto no se ha llevado a cabo mayor cosa al respecto. Eso en cuanto a la marihuana, porque desde luego frente a la cocaína lo único que se ha visto, según lo dicho por el Washington Post, es el aumento gigantesco de los cultivos ilícitos hasta convertir de nuevo a Colombia en el principal exportador mundial de este alcaloide.
Lo procedente es que, con la adecuada colaboración del Gobierno, se saque adelante el proyecto de Galán, entre otras cosas porque emitir un simple decreto, susceptible de caerse en un dos por tres en la jurisdicción contencioso-administrativa, no es válido frente a los alcances que proporciona un dictamen parlamentario.
Lo mismo que ocurre con un gobierno tratando de ocupar espacios que pertenecen al Congreso, pasa con la Corte Constitucional, que anda, por ejemplo, dedicada a legislar sobre lo divino y lo humano, especialmente en la denominada adopción gay, la despenalización del porte de la dosis mínima de estupefacientes, la eutanasia y cuanto tema que debe corresponder, y en efecto corresponde, al debate parlamentario como epicentro de la democracia. Entre otras cosas porque las resoluciones de la Corte Constitucional muchas veces están restringidas a los participantes de las demandas pero no tienen carácter general y, además, quedan pendientes de otras demandas. Decisiones que, para decir lo menos, causan la confusión que efectivamente se ha presentado frente a los vínculos de las parejas del mismo sexo, sin saber los notarios y los jueces muy bien qué hacer al respecto, al no existir ninguna ley que ampare sus decisiones y fallos sobre el particular.
De modo que en el caso del uso de la marihuana para efectos medicinales, como en el de los otros antedichos, quien tiene la palabra es el Congreso de la República. Así viene establecido en la Constitución, aunque últimamente se han venido burlando sus competencias y obviándose el debate, el escrutinio público y los procedimientos normales parlamentarios propios de cualquier régimen institucional que pretenda llamarse democrático y le dé validez a la democracia representativa.
Se viene dando, por tanto, desde el poder Ejecutivo como desde el Judicial una menospreciación del Congreso de la República como centro del poder público en la hechura de la ley y el debate de los grandes temas nacionales.
Así pasa también no sólo con la emasculación sufrida con el acto legislativo que le otorgaría facultades extraordinarias a granel al Jefe de Estado, desestimando las funciones propias del Parlamento, sino igualmente con el miniplebiscito, o “plebiscitico” que llama el maestro Osuna, para caricaturizar la refrendación de los eventuales acuerdos de paz.
En síntesis, es viable el uso científico y medicinal de la marihuana, pero esa tarea debe ser fruto del debate parlamentario y del proyecto en buena hora presentado por el senador Galán. Irse por la vía de un decreto intempestivo es tratar de ganar indulgencias con avemarías ajenas.