Las luchas internas de los partidos políticos fueron tan fieras en el pasado que el territorio se desgarró varias veces en espantosas y recurrentes guerras civiles, lo que nos hizo retrógrados según Darío Echandía y nos llevó a la ominosa situación de los cafres; grupo étnico del sur de África que solía combatir entre si hasta el exterminio. Sobra decir que los cafres se sintieron insultados y degradados por la comparación que hizo el político liberal al contemplar la destrucción de Bogotá como consecuencia del 9 de abril, el horripilante espectáculo de millares de cadáveres insepultos en las calles y las turbas enardecidas por los demagogos que se tomaron las emisoras e invitaban al asesinato del gobierno y los dirigentes conservadores. Sería tal la impresión de Echandía, un humanista formado en el estudio y la reflexión filosófica, que al contemplar semejante espectáculo de barbarie aceptó ingresar al gobierno del presidente Mariano Ospina Pérez para contribuir a restaurar el orden. Su presencia en el gobierno y la colaboración liberal son la mejor prueba de la legitimidad del proceder oficial en esa hora aciaga para la Patria. Lo que no ha impedido que cada vez que se conmemora la infausta fecha se pretenda enlodar la memoria histórica de ese gobierno.
Así como Gaitán colaboró, inicialmente, como jefe único del liberalismo con el gobierno de Mariano Ospina Pérez, pese a que luego se fue a la oposición por cálculos puramente electorales, el liberalismo oficialista que Gaitán había desalojado del poder con el apoyo de las muchedumbres que lo respaldaban, al morir éste, retoma el control partidista e ingresa al gobierno de Unidad Nacional. Esa es la historia. Una minoría de ese sector político apoya la vía armada y se crean las famosas guerrillas del llano contra la legitimidad conservadora en el poder. Éstas cometen espantosos crímenes y provocan una reacción terrible y defensiva en los campos. El país sufre una etapa dolorosísima de autodestrucción y violencia homicida, puesto que los creadores del monstruo armado pierden el control de los más encarnizados bandidos. Hasta que en el Frente Nacional, pactado por Laureano Gómez y Alberto Lleras, entra en conversaciones con la guerrilla del llano y el Alto Comisionado de Paz del gobierno, Otto Morales Benítez, consigue su desarme y la incorporación a la política de entendimiento del Frente Nacional. Otros sectores de la subversión se descontrolan y se convierten en bandas criminales que saquean los campos y asesinan campesinos inermes
Entre los sanguinarios subversivos de la época sobrevive Tirofijo, quien se siente atraído por la revolución cubana, de donde recibe apoyo para sus andanzas criminales. Él llega a convertirse en una leyenda como uno de los guerrilleros más longevos del planeta. El gobierno de Andrés Pastrana impulsa una política de mano tendida con las Farc, que fue malentendida por éstos, al no valorar el apoyo casi mundial a la convivencia y el desarme, para desechar un arreglo pacífico y seguir la guerra. Y los crímenes, los atentados, el terrorismo y la política de las Farc de tierra arrasada incendian con mayor intensidad las zonas periféricas del país con algunos ataques homicidas a las ciudades, que dejan numerosas víctimas. En el gobierno de Álvaro Uribe se multiplican los esfuerzos por doblegar a los subversivos, cuyos jefes encuentran amparo en países vecinos. Sin que en estos largos años consigan el apoyo de las masas, no han podido superar la situación de minoría, que no pasa de 10.000 subversivos que han conseguido sobrevivir en las selvas y montañas. Siendo abatidos por la Fuerza Aérea Colombiana intentan desplazarse para asaltar alguna aldea. Los subversivos saben que para cambiar el curso de la guerra tendrían que pasar a la guerra urbana, trasladar el frente de combate a las zonas marginales de las grandes ciudades en donde encontraran la muralla de los operativos policiales que hasta ahora han impedido que vuelvan a los atentados terroristas de otras épocas, con pocas excepciones, pero que después de la bomba lapa a Fernando Londoño en Bogotá, intentan promover el miedo entra la población por medio de ataques terroristas, que le han costado la vida a varios uniformados del Ejército y la Policía en los últimos meses.
Es la radiografía de la violencia que muestra una Nación desgarrada y adolorida, que sumida en la tragedia de la violencia y la debilidad se ve abocada a toda clase de amenazas externas y desafíos como el del fallo injusto y adverso de La Haya. En tales circunstancias objetivas vale aún más el esfuerzo diplomático que hace el gobierno de Juan Manuel Santos por la paz, por restaurar el orden y enfrentar los gravísimos asuntos de política exterior que nos amenazan.