Las fronteras invisibles
Unidad y separatismo
Tanto crece la Unión Europea en extensión, población y recursos económicos, pese a la crisis que agobia a algunos de los países que hacen parte de la misma; dentro de ese esquema de integración continental afloran fisuras regionales y antagonismos étnicos que se creían superados. Y surgen fenómenos sociales y políticos que promueven separatismos y divisiones en un nuevo esquema que podría denominarse de nuevas fronteras invisibles. Es el caso de países como España, Italia y algunos del Este, que cuentan con minorías reacias a seguir los dictados del Parlamento Europeo o los lineamentos económicos de Bruselas o de Berlín. Los expertos sostienen que se trata de reacciones separatistas previsibles cuando se da la integración de una variedad de naciones que en tiempos de crisis se muestran reacias a la disciplina que imponen los organismos de la Unión Europea. La situación se torna más compleja cuando se refiere a regiones como la de Cataluña que cada cierto tiempo, desde hace un par de siglos por cuestiones políticas o económicas esgrime la bandera del separatismo, en tanto Madrid refinancia sus arcas con millonarios recursos. Lo cierto es que catalanes y castellanos están unidos por un mismo destino en la hispanidad, que es superior a las hostilidades banderizas.
Por cuenta de las fronteras reales o invisibles, crujen los goznes de la Unión Europea, como en el caso de Grecia en donde los sectores nacionalistas extremos encontraron apoyo en la población con miras a salirse de la Unión Europea, para evitar las medidas de ajuste y sacrificios sociales y económicos exigidos por Berlín y los más poderosos países de la Unión. Los ánimos se calmaron en Grecia cuando respetables economistas le explicaron a la población que salirse del sistema europeo ahogados por las deudas era un suicidio. Por un tiempo los manifestantes enardecidos protestaban, quemaban vehículos y lanzaban guijarros contra las ventanas de las entidades oficiales y los comercios. Hasta que la población en general, entre perpleja y frustrada, comprendió que la mejor salida política era la de mantenerse dentro de la Unión Europea, aceptar el ajuste necesario, con miras a que refinanciaran el país, racionalizar el gasto y superar la crisis. El tiempo parece darles la razón a los políticos y banqueros europeos que propiciaron esas medidas, puesto que se estima que este año Grecia comenzaría tímidamente a salir de la crisis al obtener un modesto crecimiento del 0.1, que dado el tiempo transcurrido desde el 2010, supera los cálculos de los que aseguraban que el país tardaría entre 10 y 15 años en recuperarse.
El fenómeno de Grecia se repite en España que tiene una economía más desarrollada y que con las medidas de austeridad y control del gasto público que aplicó el jefe del Gobierno, Mariano Rajoy, ha conseguido cerrar las válvulas del gasto público en las regiones, que estaban desangrando el Tesoro, así como poner coto al despilfarro desenfrenado en obras suntuarias, como carreteras, vías de ferrocarril, estadios, aeropuertos mal planificados, que no tenían posibilidad de sostenibilidad financiera, ni cumplían con los mínimos objetivos de desarrollo, cuando no obedecían a fenómenos especulativos que buscaban valorizar tierras contiguas. Rajoy ha conseguido lo que Ortega y Gasset denominaba la primera tarea que compete a un estadista cuando gobierna: poner la casa en orden. Claro que no basta con superar una crisis de tan gigantescas proporciones para contener el separatismo irracional, para los que en una nación como España tienden a la anarquía y a desgarrar la unidad nacional, se debe consagrar en la Constitución como delito el atentar contra la integridad política y territorial, con apoyo mayoritario del constituyente primario. Sin olvidar que los vascos de tiempos inmemorables se dejan tentar por el tufillo separatista, al punto que sectores minoritarios de esa región tan importante de España han apelado a las armas y al terrorismo, para dividir el país.
Las fronteras invisibles se hacen visibles en las grandes crisis como es el caso de Croacia, en donde una gran parte de la población se inclina a entrar a la Unión Europea, en tanto que sufren dolorosas aulagas financieras y después de sangrientas protestas populares y duras confrontaciones con la Fuerza Pública en Zagreb, que han dejado decenas de muertos, la oposición se tomó el Congreso y destituyo al Presidente pro-ruso Ivo Josipovic, que supuestamente huyó y cruzó la frontera para encontrar refugio en Rusia y escapar de una orden de captura internacional por violación de los derechos humanos. En estos momentos, cuando Rusia ha movilizado 150.000 soldados a la frontera ucraniana, en Crimea los pro-rusos izaron la bandera de ese país en el Parlamento local y anuncian que convocarán a un plebiscito que decidirá si siguen unidos a Ucrania o se van. Rusia no está dispuesta a perder su poderosa base militar en el puerto de Sebastopol.