Santos y Uribe, no tan diferentes | El Nuevo Siglo
Miércoles, 8 de Octubre de 2014

*Las estrategias de la paz

*El punto está en el cese del fuego

 

Es evidente que durante los dos mandatos de Álvaro Uribe Vélez se dieron pasos tendientes a buscar la paz por la vía política negociada. Así, inclusive, lo anunció él mismo el día en que estalló la bomba en la Escuela de Guerra, en la Universidad Militar Nueva Granada, en el corazón del norte de Bogotá.

En esa ocasión el hoy expresidente Uribe sostuvo que podría llegarse, al final, a una Asamblea Nacional Constituyente  una vez dejadas las armas por parte de la guerrilla. Fue una época, durante casi ocho años,  que quedó enmarcada por lo que entonces se denominaba el Acuerdo Humanitario que finalmente tuvo diferentes variables, entre liberaciones unilaterales y excarcelaciones. Se recuerda particularmente el terrorífico caso de los diputados del Valle del Cauca, fusilados de manera inmisericorde por sus captores.

En efecto, dentro de ese marco del Acuerdo Humanitario fue que el presidente Uribe  liberó a alias Rodrigo Granda, llamado entonces el “canciller” de las Farc, quien fue capturado en Venezuela y conducido a la frontera con Colombia. Los compromisos del mandatario con el presidente Nicolás Sarkozy, de Francia, determinaron que  Granda recuperara la libertad y con él otros guerrilleros en una especie de “derecho de gracia” aplicado por el  senador actual. Ese “derecho de gracia” se quiso elevar a normativa legal en algunos proyectos reformatorios a la Ley 418.

De manera que los contactos del gobierno Uribe con las Farc y el ELN no deben sorprender. Y lo que sorprende, por el contrario, es que el propio protagonista trate de morigerar lo que fue a todas luces evidente, aún dentro de los criterios de la consigna de la seguridad democrática. De hecho, el propio candidato  Uribe Vélez, en los 100 puntos de su plataforma, prometió en varias cláusulas suma paciencia política para desarrollar el proceso de paz, bajo la tesis de firmar un cese de fuegos y luego proceder a las negociaciones de la agenda temática. De tal modo, en un comienzo pidió la decisiva participación de la ONU y luego dio algún viraje proponiendo la participación de cascos azules.  Fue la época en que el Plan Colombia se convirtió en el Plan Patriota y se empezó a actuar por zonas de consolidación.  Todo ello, al mismo tiempo que se desarrollaba la estrategia de desactivación paramilitar y se progresaba en las conversaciones de Córdoba.

De suerte que entonces se mantuvo, de un lado la posibilidad del Acuerdo Humanitario sin dejar  los operativos militares para conseguir la liberación de los secuestrados  y, de otro lado, se tuvieron diferentes incursiones para lograr contactos con las Farc y el ELN sin precisar una agenda.

La diferencia entre Uribe y Santos desde el punto de vista estratégico consiste en que el primero propuso  un cese de fuegos para después entrar en las negociaciones, mientras el segundo planteó el cese de fuegos como el fin del conflicto armado, en tanto previamente  se adopta, como se viene haciendo en las conversaciones de La Habana, el acuerdo general  a desarrollarse después de la dejación de las armas.

En general, desde hace varias décadas ningún presidente colombiano (tampoco Álvaro Uribe) ha dejado de tomar la paz como un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento y en tal sentido han realizado  las diferentes alternativas. De este modo, con sus altas y bajas, se ha venido desarrollando paulatinamente una política de Estado, que si bien no pudiera definirse en estricto sentido, si lo es en el ánimo de buscar salidas negociadas al conflicto armado y cambiar el escenario nacional bajo mejores perspectivas de futuro.

Parecería que el expresidente Uribe piensa que su figura resulta más interesante para la historia cuando se presenta de combatiente más que de estadista. No obstante, las veces que el exmandatario ha asumido actitudes propositivas suele despertar mayor interés que la pura política al detal. Es posible que ello sea interesante para las encuestas y la polarización de la cual deriva su posicionamiento nacional. Pero aun así, desde el punto de vista histórico, el expresidente propositivo resultaría de mucho mayor alcance y envergadura en el punto de inflexión que vive el país.

Interesante, por el contrario, más que rifirrafes de menor cuantía, escuchar del Centro Democrático las propuestas compactas en una sesión del Senado y las inquietudes y alternativas  sobre el proceso de paz actualmente en curso. Mucho mejor y positivo, desde luego, que los debates que hasta ahora se han presentado como el supuesto de la parapolítica, desconcertando a la opinión pública que busca orientaciones precisas sobre lo que hoy es definitivo para la Nación.