Santa colombiana | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Mayo de 2013

*Ejemplo de virtud, sencillez y religiosidad

*Reconocimiento mundial a su prédica y obra

 

Los  colombianos  de todas las categorías y condiciones sociales estamos conmovidos por la exaltación a los altares de la Madre Laura Montoya, una compatriota que pone muy en alto el nombre de nuestro país en Hispanoamérica ante la humanidad y la Iglesia Católica, por sus virtudes, ejemplo y dedicación al servicio religioso de las gentes de nuestro país y del exterior con la comunidad de misioneras que orientó de manera inigualable.

La Iglesia Católica después de conocer la vida sacrificada y noble de esta abnegada mujer antioqueña, su condición de persona intrínsecamente buena, y noble ejemplo y seguir la vida ejemplar y los grandes santos de la Iglesia resolvió investigarla y conocer a fondo los detalles de esta vida dedicada a servir a las comunidades más necesitadas.

Se puede decir que la misma vida de la Madre Laura es un milagro permanente. Así lo testimonian cuantos la conocieron. Desde personajes como monseñor Builes en su tiempo, sacerdotes, laicos y las personas que desfilaban en torno de ella solicitando su consejo, atención y esa capacidad curativa que tenía para los males que afligen a los seres humanos, hasta avanzar a la sanación. Son irrecusables los testimonios de personas desahuciadas por la medicina tradicional y por la enfermedad que acudieron a la Madre en solicitud de consuelo y de solidaridad para sus aflicciones y después de conocerla y oírla, en la repetición de las más nobles palabras de Cristo, se sintieron aliviadas, superaron sus enfermedades y cambiaron de vida muchas veces para seguir ese ejemplo inmarcesible en el sentido más profundo de esa palabra, que ha despertado admiración no solamente en la Iglesia Católica, sino aun en los escépticos que al conocer de su obra pastoral, sus esfuerzos por catequizar y mejorar la vida de los seres olvidados por la fortuna, sienten una profunda admiración por la bondad y generosidad que desplegó en todos sus actos de la vida terrena.

La Madre Laura es un producto del terruño antioqueño y colombiano. Esa fuerza telúrica que emana de las gentes nacidas en nuestro país y que aman profundamente su entorno y a quienes la rodean desde sus familias, su aldea, su pueblo y nuestra nación. Ella representa las virtudes y la potencia de esa raza trabajadora antioqueña que durante siglos arañó la tierra para ganarse el sustento de sol a sol y resistió las inmensas dificultades del medio, afincada en la religiosidad y el sentido de sacrificio, de honradez, de pulcritud y de servicio a la sociedad que se practicaba en esa región del país, mucho antes de sufrir la terrible crisis religiosa y moral que produjo criminales de espanto como Pablo Escobar en el momento que como el pueblo bíblico dejó de creer en el verdadero Dios y les rindió culto a falsos ídolos y becerros de oro. Es por eso que el desprendimiento material de la Madre Laura se convierte en un ejemplo para los católicos no solamente de Colombia, sino de todo el mundo, puesto que ella como todos los santos buscó seguir día a día y paso a paso el ejemplo de Cristo. Y es de esa fuerza de la naturaleza y religiosidad que nace ese potencial curativo y de sanación que quienes se acercaban a la Madre percibían y que no podían explicar sino con una sola palabra: milagro.

En cualquier caso la Madre Laura que tenía sus dones espirituales, que solo se les atribuyen a los santos, en ningún momento dio a conocer esos dones de que la había dotado el Señor, que habían crecido con su profunda vida espiritual, y no consideró que podrían usarse en forma distinta de servir con candor a cuántos se acercaban a ella con quebrantos y dolores, en apariencia irreparables.

Le corresponde al papa Francisco elevar a los altares a esta extraordinaria mujer, orgullo de Colombia, de la hispanidad y del mundo, que en medio de las peores pruebas, de las tentaciones y penosas situaciones de violencia y dolor que aquejaron nuestro país, consiguió mediante su oración, meditación y bondad crear en su entorno un oasis de paz, virtud que inculcó en las hermanas de la comunidad que lleva su nombre y que multiplicaron por diversos caminos y regiones de este planeta el alivio a los necesitados y la prédica de la religión católica.

Nos embarga la más cálida y conmovedora emoción al acompañar espiritualmente en la magnífica ceremonia de su consagración como santa a la Madre Laura, que la canonizan precisamente en el día más grande para los seres humanos, que es el de la Madre.