* Pandemia disparó tasas de desocupación
* Urgen políticas laborales más focalizadas
Una de las consecuencias más dramáticas dejadas por la pandemia tiene que ver con las altas tasas de desempleo tanto en Colombia como en el resto del mundo. Los estimativos de las autoridades locales e internacionales respecto a cuántas plazas se han perdido desde el momento en que se acudió a las cuarentenas como principal fórmula para frenar la curva de contagios y decesos por el coronavirus, son muy contradictorios. Por ello no existe una mayor certeza respecto al número de personas que perdieron sus trabajos, cuántas de ellas ya fueron reenganchadas por sus empleadores y qué porcentaje de plazas nuevas se han activado en medio de los planes de reactivación productiva, social y económica que se están implementando a nivel global.
Los estudios preliminares de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señalan que el desempleo ha golpeado con mayor drasticidad a las mujeres. De acuerdo con el Observatorio de dicha entidad, la crisis por el covid-19 llevó a que al cierre del segundo trimestre de este año se hubieran perdido en el mundo un 14% de las horas de trabajo, lo que equivale a 400 millones de empleos a tiempo completo.
Según el mismo Observatorio, la pandemia afecta de forma desproporcionada a las mujeres trabajadoras de muchas maneras, a tal punto de que existe el riesgo de un retroceso con respecto a los avances logrados en los últimos decenios. También asoma un creciente peligro de que la desigualdad de género se vuelva a disparar en muchos escenarios laborales.
La misma investigación de la OIT señala que a diferencia crisis anteriores, el empleo femenino corre mayor riesgo que el masculino, en particular como consecuencia de los efectos de la recesión en el sector de los servicios. A ello se suma que las mujeres constituyen una gran parte de los trabajadores que realizan labores de primera línea y de asistencia social, que están entre los más paralizados por la pandemia. Y, como si lo anterior fuera poco, está evidenciado un aumento de la carga de trabajo no remunerado de las mujeres en medio de la emergencia sanitaria.
En Colombia las estadísticas del DANE y las conclusiones de distintos estudios sobre las consecuencias de la crisis sanitaria en el mercado laboral señalan claramente que las mujeres han sido las más afectadas por los despidos, la disminución de horas de trabajo e incluso la necesidad de abandonar sus puestos para dedicarse a cuidar a los hijos que, por cuenta de la emergencia, han pasado casi todo el año en sus respectivas casas recibiendo educación a distancia.
Si bien es cierto que dentro del plan de contingencia y las decenas de decretos dictados por el Gobierno al amparo de la Emergencia Económica y Social se han establecido beneficios, incentivos, subsidios y otros alivios sociales y salariales, el panorama laboral para el género femenino sigue en estado crítico.
En ese orden de ideas, se requiere audacia tanto del sector público como privado para acelerar una estrategia de choque que lleve a que las mujeres, que hoy representan el 53,2 por ciento de la población inactiva en Colombia, recuperen las plazas que tenían al comienzo del año. Igualmente es palpable que la brecha salarial entre hombres y mujeres se está profundizando en medio del coletazo recesivo de la pandemia, al tiempo que el subempleo o el llamado ‘rebusque’ en la economía informal se ha disparado de forma sustancial, teniéndolas a ellas como la masa laboral más afectada.
También resulta innegable que a muchas mujeres trabajadoras que en medio de la crisis se lanzaron a impulsar sus propios emprendimientos y microempresas les falta un apoyo oficial más determinado y tangible para poder estabilizar una fuente de ingresos permanente. No menos urgente es agilizar las políticas que incentivan la contratación de mujeres por parte de las empresas, sobre todo de aquellas cabeza de familia o que están ubicadas en el rango etario de 14 a 28 años, en dónde está el mayor porcentaje de desocupación femenina. Estas medidas son aún más imperativas en la medida en que, de acuerdo con el DANE, las mujeres ocupadas que dicen ser trabajadoras por su cuenta ya son 3,1 millones, un número superior al de las empleadas formalmente.
Es claro que disminuir de manera efectiva el desempleo, que a mitad del año se puso casi en un 25%, no es fácil. De hecho, en este segundo semestre se han recuperado, reactivado o creado más de tres millones de plazas y la tasa de desocupación se encuentra ya en 14,7%, evidenciando una retoma de labores productivas más rápida que la inicialmente prevista. Es necesario, por tanto, que las políticas de incentivo laboral pongan su foco en la defensa del empleo femenino así como en la cualificación de su mano de obra. De igual manera deben brindarse apoyos más contundentes a quienes dejaron de estudiar para dedicarse a buscar trabajo y ayudar en el sustento de sus familias en estas épocas de vacas flacas.