Robo de celulares, otra mafia | El Nuevo Siglo
Lunes, 2 de Julio de 2012

* 1,5 millones de aparatos hurtados al año

** El nuevo plan para combatir este flagelo

 

El hurto de teléfonos celulares se convirtió en un delito de alto impacto en Colombia, no sólo por la gran cantidad de estos aparatos de comunicación móvil que son robados cada minuto, sino porque los criminales ya no temen herir gravemente o rociar con ácido a sus víctimas o incluso asesinarlas con tal de lograr su cometido. Aunque este drama tuvo en días recientes una alta exposición mediática, por cuenta del lamentable caso de un joven abogado que fue ultimado una madrugada al norte de la capital del país por una banda de asaltantes, entre los que había un menor de edad, lo cierto es que es un fenómeno que desde varios años se viene repitiendo en todos los rincones del país.

Las pesquisas de las autoridades ya dejan en claro varios elementos clave en este ilícito. En primer lugar, que su dimensión raya en lo terrorífico. No de otro modo se puede calificar el hecho de que, en promedio, se estén robando cada minuto tres teléfonos celulares, lo que implica casi cuatro mil al día, algo más de 130 mil al mes y, ponderada esa cifra, alrededor de un millón y medio al año. En segundo lugar, es evidente que ya no se está aquí frente a un fenómeno propio de la delincuencia común de poca monta, sino ante una verdadera mafia u organizaciones tipo ‘carteles’ que manejan cifras millonarias, tienen complejas estructuras y tentáculos internacionales.

Un tercer elemento significativo se refiere a que si bien las autoridades han adoptado en los últimos dos años medidas cada vez más contundentes para frenar este flagelo, la falta de una cultura de legalidad entre los colombianos lo sigue manteniendo vigente, pues a diario centenares de personas se aventuran en los reconocidos sitios de capitales y municipios en donde se sabe que compran y venden teléfonos robados, y allí los adquieren a muy bajo precio sin importarles su ilícito origen. Hay aquí una clara muestra de complicidad pasiva. En cuarto lugar, es visible que a la Fuerza Pública, fiscales y jueces les ha faltado mayor contundencia para erradicar este mercado negro. Un quinto aspecto que no se puede dejar de lado es que hay lentitud en la construcción de la base de datos que las empresas operadoras y las autoridades deben tener para detectar en tiempo real cuando un teléfono fue reportado como robado o extraviado, o, al no aparecer en la relación de aparatos legalmente vendidos y activados, es abiertamente sospechoso de ser de contrabando. Como consecuencia de esa falencia, la posibilidad de que los aparatos ilegales sean bloqueados e inutilizados se complica sustancialmente.  Y, por último, siendo este un delito de alcance transnacional, las medidas de control que tome un país de manera aislada de poco servirán si sus vecinos e incluso el continente no coordinan una política de combate integral. En nuestro caso, esa tarea debe estar en cabeza de la OEA y la Ameripol, instancias en donde ya se trabaja en ese sentido, pero se necesita una mayor celeridad en la adopción de sistemas de control regionales.

En las últimas dos semanas, como lo explicara el director de la Policía en informe dominical de este diario, se adoptó una nueva estrategia para reforzar el combate al robo de teléfonos celulares. Se trata de un plan integral que combina distintos flancos, desde el operativo hasta el tecnológico, pasando por una campaña de concienciación ciudadana, unido todo ello a otro impulso para definir un mecanismo continental de persecución a estas mafias transnacionales. Lo importante es que esta ofensiva no baje la guardia con el pasar de las semanas y los meses. Tanto en el sector público como en el privado deben establecerse cronogramas de revisión periódica para evaluar la efectividad de este paquete de medidas y aplicar sobre la marcha los ajustes que se requieran. Estamos frente a un delito de alto impacto, no sólo por el número de casos sino porque su ocurrencia está cada vez más acompañada de graves daños colaterales, como el homicidio, y se conformaron verdaderas mafias a su alrededor. No hay que darles ningún cuartel.