Según los informes de prensa, el comandante Hugo Chávez abandonó el hospital en Cuba, donde estuvo recluido durante 70 días; y con la ayuda de un equipo de galenos, regresó a su país de madrugada, acompañado de una comitiva oficial, especialistas y familiares. La noticia recorrió los medios internacionales, dado el mutismo y la falta de información durante su estadía en Cuba, limitada a los lacónicos partes oficiales, consejas, especulaciones e informes médicos del exterior en los que se hacían suposiciones sobre la evolución de su eventual cuadro clínico, con fundamento en otros casos de pacientes en similares condiciones. El tema se convirtió en asunto de Estado, por la anómala situación de un Presidente en ejercicio hospitalizado en otro país, lo mismo que por la imposibilidad de posesionarse como lo establece la Constitución para un nuevo mandato que consiguió en las urnas. La oposición se mostró conciliadora y aceptó que se cumpliera lo dispuesto por el comandante en su corta visita a Caracas, en donde anunció que lo operaban al día siguiente en La Habana y que su decisión, en caso de no poder estar en el país, era que se apoyara al vicepresidente Nicolás Maduro.
Los que especulaban sobre un enfrentamiento entre el vicepresidente Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, algo previsible dentro del esquema de la lucha por el poder en ausencia del comandante Chávez, han visto que éstos se han entendido y afianzado en sus respectivos enclaves, sin ir a una confrontación. Por el contrario, lanzaron una ofensiva verbal inusual contra la oposición. Para evitar que el descontento se tomara las calles, e intentara capitalizar un cierto vacío de poder, movilizaron sus milicias y simpatizantes, incluso el mismo día que la oposición había previsto manifestarse en Caracas. La oposición se ha mantenido firme, calma y como a la espera de un eventual desenlace final. Y los grandes árbitros que son las Fuerzas Armadas siguen desde los cuarteles la evolución de los acontecimientos.
Lo que no pudo evitar el Gobierno ni la oposición es que por cuenta de las inmensas deudas del Estado, de la caída generalizada de la producción, como de la manía de postergar las decisiones económicas para mantener una situación artificial e insostenible, se demorara la devaluación. El problema número uno de Venezuela es que el socialismo de Estado, con el petróleo en poder del Gobierno, y la chequera de PDVSA a su disposición, ha trastocado la economía y el asistencialismo social se dificulta día a día, puesto que deben importar el 70% de lo que consumen. El país sigue siendo riquísimo y cuenta con una población manejable. Es tal la riqueza que puede levantarse de la crisis con una buena administración. El problema central tiene que ver con despolitizar la administración pública y explotar mejor los recursos.
La situación política con el comandante hospitalizado en Caracas, podría facilitar el desempeño del vicepresidente Maduro. La lucha que ha librado el comandante Chávez por superar la enfermedad ha sido larga y dura, los médicos cubanos han hecho lo suyo, las plegarias otro tanto y él ha recurrido a todo para recuperar las fuerzas. Los hombres sin distinción de clases sociales, ni rangos burocráticos, somos como la luz de una vela que en ocasiones se apaga antes de tiempo, sin importar las ambiciones ni el papel que se nos ocurra desempeñar en la sociedad, somos polvo y briznas de yerba en las manos de Dios.
Los pueblos y los Estados siguen su destino, con hombres providenciales, caudillos, gerentes, burócratas mediocres o demagogos de ocasión. El comandante Chávez ha marcado una época en Venezuela, su partido y sus agentes han mostrado fidelidad en su ausencia y como Antonio Guzmán Blanco, que gobernó desde Francia, lo hizo simbólicamente desde Cuba. Ese es un hecho incontrastable. Y los asuntos políticos del vecino país se han resuelto por la vía electoral, una y otra vez. En esas elecciones el comandante ha resultado imbatible, parece que por esa vía el régimen por ahora se mantiene. Y desde el lecho de un hospital puede seguir invocando la solidaridad popular, con efectos electorales, que se facilitan por su formidable maquinaria de propaganda y recursos. Los esfuerzos de la oposición por captar el electorado se enfrentan a una muralla infranqueable de garantías hostiles y un campo minado por el populismo. La revolución está atornillada al poder. Las masas paupérrimas se han acostumbrado a los beneficios de un Estado asistencial, que consideran como un derecho, como su parte en la repartición oficial del ponqué y la riqueza nacional. Intentar captar a la población con la ortodoxia económica, el neoliberalismo y la simple sensatez administrativa, es llover sobre mojado.