*Los dictados geopolíticos
*Juegos de poder
Tras los horrores de la segunda Guerra Mundial, las grandes potencias se ponen de acuerdo en cuanto a orquestar un nuevo orden mundial que evite que el mundo derive en otra guerra que involucre a la humanidad, que sería devastadora de usar armas nucleares, como las que cayeron en Japón sobre Hiroshima y Nagasaki. Se anota que la guerra fría fue la respuesta de Stalin, al poderío que habían concentrado las democracias occidentales, en especial los Estados Unidos, que se fundamentaba en gran parte al hecho de poseer la temible bomba atómica. Un arma que ponía en peligro la existencia del homo sapiens, de los seres vivientes y la naturaleza en la zona fuese el blanco de un ataque de tal magnitud. Stalin temía que en un momento dado la usaran contra Moscú, por lo que resolvió apelar a al postulado de Trotsky, de extender la revolución rusa por el planeta, crear dificultades y desestabilizar gobiernos en las grandes urbes capitalistas. Entre tanto, se esforzaba por conseguir la fórmula de la bomba atómica y desarrollar los laboratorios para ese efecto, con apoyo de sabios alemanes y el espionaje entre los científicos de Estados Unidos. Los soviéticos desempolvaron los libros de los geopolíticos ingleses y alemanes, para devolverle a esa rama del saber toda su importancia, dado que la geografía, la historia y la política se convierten en factores esenciales de poder.
Se creyó que con la caída del muro de Berlín, con el derrumbe de la Unión Soviética y con el ingreso de China a una fórmula de poder piramidal que consagra el respeto de la propiedad privada, más la existencia de la ONU y de numerosas instituciones donde campea la diplomacia, el nuevo orden mundial garantizaba el sosiego entre las naciones y quizá, la paz perpetua que pregonaba Kant. Por desgracia no ha sido así, ni siquiera los conflictos armados locales que se iniciaron en la guerra fría se apagan del todo, incluso en Colombia, donde se alimenta en buena parte de los cultivos ilícitos y la minería ilegal, principalmente en las zonas de la periferia donde la presencia del Estado y el desarrollo son débiles. Y no faltan los que proclaman en la doctrina del socialismo del siglo XXI, nivelar a los pueblos por el rasero de la miseria compartida, como si revolcarse en el lodo limpiase la conciencia ideológica y la frustración política. Apenas una luz de realismo político aparece en La Habana, donde el comandante Raúl Castro, parodiando a Álvaro Gómez, sostiene que para repartir la riqueza primero hay que crearla.
Lo que está claro es que las relaciones de poder geopolítico, incluso en una Rusia que apuesta al capitalismo para avanzar al desarrollo, son determinantes en su política externa. Ucrania depende económicamente de Rusia, que junto con un par de antiguas repúblicas que hicieron parte de la Unión Soviética, tienen el 60% del comercio con Ucrania. En contraste las ventas a la UE de Ucrania apenas llegan al 15% del total. Según datos confiables de Analytics Barclays Research, Ucrania depende del suministro de gas ruso para sobrevivir. Y Rusia necesita del puerto de Sebastopol, el único de la región que no se congela en invierno, para su flota de guerra y para controlar el suministro petrolero a Europa. Crimea, está ligada por la sangre y la historia a Rusia; así como el resto de Croacia mira instintivamente a Occidente. Ellos hicieron parte en el pasado del Imperio Austrohúngaro. Conciliar las partes a estas alturas no resulta fácil, las fronteras invisibles en una unión que contradecía las leyes de la geopolítica, se hacen visibles y abismales con la crisis. La geopolítica entiende lo económico como un factor de poder, en tal caso la influencia económica de Rusia es ostensible, puesto que descontando su poderío militar, con el comercio, y el suministro de combustible, mantiene el predomino financiero y bancario en Ucrania. Por lo cual la Unión Europea está dispuesta a desembolsar millones de euros para favorecer el cambio en ese país, lo mismo que los Estados Unidos. Y como las potencias juegan fuerte en estos casos, no es de sorprender que tras los episodios de Siria, del pulso que se viene dando allí entre las potencias, el Parlamento ruso apruebe que, eventualmente, se construyan bases militares en Venezuela y Nicaragua. ¿Se trata acaso de apostar a un juego estratégico como el de Nikita Kruschev en Cuba, con los misiles, para luego retirarlos? ¿En esta ocasión se amaga con bases en nuestra región, para renunciar a ellas a cambio de que Estados Unidos no intervenga en su zona de influencia ucraniana?