Crear mesa de paz con los partidos políticos
Excesiva centralización de La Habana hace agua
UNO de los problemas complejos de las últimas décadas en las conversaciones entre las guerrillas y el Estado colombiano consiste en que siempre se han hecho de modo directo y con precauciones constitucionales de difícil factura. Es decir, con las dos partes enfrentadas en una misma mesa, sin que en el intermedio exista ningún organismo que permita superar esa circunstancia exclusivamente bilateral y confrontacional.
De este modo, las naturales fricciones que provienen de un conflicto de semejante prolongación y crudeza, como el colombiano, no pueden superar la contradicción sin mecanismos que la saquen de ese teatro pugnaz. En otros procesos de paz exitosos, por el contrario, son por decirlo así, los terceros los que de alguna manera han permitido encontrar salida a la confrontación que naturalmente se da en las conversaciones.
En ello, por ejemplo, han sido vitales los partidos políticos. No sólo en África del Sur, donde muchos de los diálogos y acuerdos se llevaron a cabo con el partido de Nelson Mandela, sino particularmente en el conflicto irlandés, en el que los pactos se adelantaron en torno del Sinn Fein, brazo político del IRA, con asiento en el Parlamento.
En Irlanda, un ejemplo de cómo puede adelantarse fructíferamente un proceso de paz en un conflicto de siglos, se comenzó primero con la sociedad civil. De hecho, la idea de adelantar un proceso de paz provino de dos periódicos irreconciliables, el uno católico y el otro protestante, cuando acordaron, de forma secreta, realizar conjuntamente una encuesta y publicarla el mismo día con editoriales compartidos, en los que se pidió la apertura de los diálogos.
En efecto, la encuesta entre los dos sectores que venían eliminándose, dio altamente positiva y fue un mensaje directo a los políticos que solamente entonces vieron la salida como una petición insoslayable de la sociedad. Más tarde, adelantando los contactos con el Sinn Fein incluido, se hizo una mesa entre los partidos y, posteriormente, los acuerdos se llevaron a referendo como carta de navegación que sirvió para la estructuración y posterior desarrollo del proceso de paz, tanto en leyes como en resoluciones sociales y económicas.
El Sinn Fein, a no dudarlo, fue particularmente operativo en desactivar el conflicto armado irlandés, hasta que se obtuvo involucrar al IRA en las conversaciones directas.
Fue lo que previamente se intentó, en Colombia, con la creación de la Unión Patriótica (UP), partido emergido de las conversaciones con las Farc, en 1984. La UP, sin embargo, fue exterminada en el transcurso de un lustro, de modo que quienes habían resultado elegidos concejales, sindicalistas, alcaldes, representantes, senadores o escogidos candidatos presidenciales, fueron asesinados, aun sin haber pertenecido directamente a la organización armada. Otros, en cambio, retornaron a las Farc, como en el caso de Iván Márquez o algunos que han hecho parte de las conversaciones en la época del Caguán o las actuales de La Habana.
Una mesa con todos los partidos políticos interesados en la paz, al más alto nivel, como en su momento se hizo en Irlanda, y con la participación de la UP con su personería jurídica restablecida, tal cual podría derivarse de reciente sentencia del Consejo de Estado, podría generar las condiciones propias para encontrar los mecanismos que destraben el proceso de paz de La Habana. Temas como la participación política, los mecanismos de justicia transicional, los indultos y las amnistías previstos en el artículo 150 numeral 17 de la Constitución, la interpretación del Estatuto de Roma autorizado por el mismo Parlamento serían, entre otros, temas pertenecientes no sólo a la órbita del Congreso, sino que pudieran desarrollarse como consecuencia de los últimos debates en el hemiciclo parlamentario, donde la tendencia fue al consenso.
Una mesa en tal sentido, ciertamente con la participación de la Unión Patriótica bajo la consideración de la mesa de La Habana, permitiría avanzar razonablemente más allá del estático “marco jurídico de la paz”. La excesiva centralización del proceso entre ambas partes es lo que lo lleva a hacer agua. Abrir las compuertas para la participación seria y ordenada de los partidos políticos, como en Irlanda, y más allá de los reflectores y las declaraciones aisladas, a no dudarlo sería un aliciente en procura de lograr los objetivos planteados.