* Nuevos retos del Reino Unido
* La indispensable unión conservadora
La caída de Boris Johnson como primer ministro del Reino Unido, a raíz de la pérdida de respaldo por parte de sus colegas conservadores, demuestra que el partido inglés tendrá que buscar horizontes diferentes para propiciar un mejor gobierno.
En efecto, ya se comienzan a barajar los nombres para sustituir a Johnson. Y entre ellos se encuentran varios con las capacidades y la habilidad suficientes para sacar al conservatismo del atolladero en que finalmente lo sumió quien, con su carisma, pero también con su desfachatez, lo había llevado a lograr la mayoría absoluta, en 2019 y a sortear frágilmente la moción de censura de hace unas semanas. No obstante, las secuelas políticas por las fiestas con sus funcionarios en plena cuarentena, cuando todo el país estaba confinado, y otras incidencias estrepitosas de los últimos días, llevaron a que muchos de sus colaboradores de todos los rangos fueran renunciando uno a uno, incluidos dos de sus principales ministros, hasta quedar ayer sin piso.
Frente a ello lo ideal sería, ciertamente, que la transición se hiciera lo más pronto con la designación del nuevo primer ministro por parte de la bancada conservadora y luego someterlo al país. Faltando bastante tiempo para las elecciones de 2025, los tories tienen que definir claramente sus propósitos gubernamentales y acabar la ambivalencia en varios aspectos de la economía.
En primer lugar, por supuesto, el conservatismo británico tendrá que dejar de lado la política farandulera y excesivamente mediática de Johnson. Si bien la plataforma del Brexit parece no estar en discusión hay otros temas que, además de la baja credibilidad en la casa de gobierno, le han pasado factura al primer ministro dimitente. Entre ellos, desde luego, la inflación que si bien es producto de la invasión rusa a Ucrania también ha puesto en entredicho a gobiernos como el de Johnson. De hecho, según lo han sostenido algunos medios de comunicación al respecto, nada erosiona más el liderazgo y la credibilidad de cualquier administración que la inhabilidad de afrontar el espiral inflacionario.
Por otra parte, si a la inflación, que ya amenaza con llegar a los dos dígitos en Gran Bretaña, se suma el temor por la recesión económica parecía evidente que Johnson venía de antemano en caída libre. Cierta sensación de que ni siquiera tenía un horizonte claro en cuanto al Brexit también venía minando su credibilidad. Y todavía más luego de haber incrementado las regulaciones y los impuestos en las peores épocas de carestía. En realidad, más dedicado a la agenda ambiental y los asuntos identitarios de la llamada batalla cultural, Johnson no concentró sus esfuerzos en las materias económicas y cuando lo hizo fue para elevar los precios de las tarifas de energía o las cargas impositivas a la gasolina.
A decir verdad, desde hace un tiempo se ha venido dando una división en torno de la agenda que el conservatismo británico debe seguir. Aunque Johnson prometió gobernar con las ideas de centroderecha, fomentando la iniciativa privada y manteniendo la economía sin una regulación excesiva, lo cierto es que para muchos miembros de la bancada conservadora dejó de lado los postulados del partido, incluyendo elementos de la centroizquierda. Esto permitió, ciertamente, aislar a los laboristas radicales y dejarlos en la oposición a ultranza. Pero asimismo un sector conservador pide retomar la agenda para la cual fueron elegidos en 2019 y afianzarse en su doctrina tradicional.
En ese sentido, muchos de los críticos de Johnson al interior del partido han sostenido que el primer ministro dimitente intentó gobernar con las ideas de los demás y por eso insisten en que es el momento de regresar a las promesas previas, lejos de incrementar las cargas tributarias y de buscar fondos especiales para determinados programas.
El punto central será, pues, el de encontrar ahora los mecanismos que permitan unificar al conservatismo británico después de que tres primeros ministros han debido renunciar en mitad de sus mandatos: David Cameron, Teresa May y el mismo Boris Johnson.
Precisamente, con la dimisión de Johnson se acaba la era histórica que prometió presidir y el carácter trascendental que pretendió darle a la victoria de 2019. Pero en todo caso la suerte del Reino Unido sigue estando en manos conservadoras. Y de la unión de los tories en torno de unos propósitos claros y definidos, y no de las confusiones de las que hacía gala Johnson, dependerá que los conservadores sigan siendo la mejor alternativa para dirigir los destinos británicos. Todo dependerá del mayor consenso posible que pueda suscitar el nuevo inquilino de 10 Downing Street.