EL número de atentados contabilizados, desde el momento que se inician las negociaciones del Gobierno del presidente Juan Manuel Santos con las Farc, tiende a aumentar. Se busca dar golpes espectaculares que atraigan a los medios de comunicación, en particular contra sectores ligados a la inversión extranjera. Los secuestros y las extorsiones se dan en distintas regiones. Los amigos de los grupos subversivos explican que eso es algo apenas normal cuando se negocia, sin que se acuerde un alto el fuego de las partes. Sostienen que la sociedad debe estar preparada para unos cuantos golpes terroristas espectaculares de la subversión para ablandar al establecimiento. Y agregan que los que registran o interpretan negativamente esos actos terroristas son enemigos de la paz. Para ellos, en el caso de que el Gobierno colombiano ordene un alto el fuego, las Farc, como lo demostraron, inicialmente, cesarían los ataques. Falso. A partir de eso, según los endiablados expertos, se agilizarían las conversaciones y las posibilidades de alcanzar una paz negociada serían mayores. Agregan que con esos ataques lo que buscan los subversivos es mostrar su capacidad de actuar en diversas regiones y hacer ver que los frentes están activos, con el potencial de efectuar golpes letales contra la población civil y las Fuerzas Armadas. Los países que hacen diversas concesiones a los subversivos, tales como un alto el fuego, los terroristas aprovechan para avanzar en la clandestinidad y ampliar su radio de acción, el número de frentes y células en las ciudades. La distensión, sin un acuerdo real de las partes, beneficia a los sediciosos.
En teoría esos actos terroristas como el que les costó la vida a numerosas víctimas inocentes que departían, trabajaban o estaban de paso por los lados del Club El Nogal, se constituyó en un acto de ablandamiento contra una parte de la sociedad colombiana y el Estado. Mediante el cual se buscaba distraer la acción del Gobierno de entonces contra los distintos frentes subversivos y devolver los golpes en el corazón de las ciudades. Lo que, según los mismos expertos, es algo común en las guerras de menor intensidad que libran los subversivos. Lo cierto es que el ataque al Club El Nogal es un acto terrorista que viola los códigos nacionales e internacionales, un crimen horrendo que condenan todas las naciones. Los colombianos debemos recordar el trágico atentado en el que murieron tantas personas inocentes, otras sobrevivieron con lesiones terribles, por lo que se las debe proteger con la solidaridad. No se trató de un error, de un hecho casual, ni fortuito de poner una bomba y salir corriendo. Allí todo estaba fríamente calculado, incluso se esperaba que fueran más los muertos. Las agencias de vigilancia del Estado no habían tomado las providencias del caso. Resulta que los terroristas se infiltraron entre los socios y conocían los planos y las rutinas de la entidad, como los nombres, calidad y costumbres. Mientras que los entes de investigación estatales ignoraban la peligrosidad de los infiltrados. Lo que es peor, en algunos casos esos organismos del Gobierno suelen ser penetrados por elementos afines a los alzados en armas, que filtran los datos sobre los movimientos de las personalidades oficiales o influyentes. ¿En que pararon esas investigaciones sobre la falla del sistema de seguridad en El Nogal? Fallas recurrentes que por desgracia no se han subsanado y mantienen la sociedad en vilo, hasta que se les ocurra a los terroristas actuar de nuevo como lo hicieron contra Fernando Londoño Hoyos, que salvó su vida de milagro. Y no es de ahora, así como en numerosas ocasiones los organismos de seguridad han evitado atentados terribles en las ciudades, cuando las funciones de seguridad y custodia se las entregan a miopes protegidos políticos, la sociedad peligra y los atentados de manera inesperada se multiplican. Es evidente que con mejor inteligencia el atentado al Club El Nogal se pudo evitar.
No es de sorprender que el Gobierno de Ángela Merkel, reaccione creando un gabinete de seguridad por el secuestro por parte del Eln de dos alemanes el 12 de enero, en la profundidad del Catatumbo. El grupo subversivo reconoció en un comunicado que mantiene cautivos a los ciudadanos alemanes. Los violentos sostienen que los extranjeros serían unos espías, por tanto estarían ejerciendo el control de su zona para evitar que den cuenta de sus movimientos en la región. La noticia del secuestro ha salido en diversos medios del exterior, particularmente de Alemania. Mucho ojo: según los expertos colombianos que interpretan a su acomodo las acciones de los alzados en armas por delirantes que sean, se trata de un recurso de propaganda para presionar a futuro eventuales negociaciones e indultos con el Gobierno colombiano.