SI no fuese por la política de puertas migratorias abiertas que ha mantenido durante siglos Estados Unidos muy posiblemente no habría llegado en tan poco tiempo desde su Independencia a convertirse en potencia mundial. La migración de colonos preparados y de gentes de toda condición social y de diversos países europeos en su diversidad consiguieron forjar una nación en la cual los padres fundadores resolvieron que su derrotero al formar un Estado con las 13 colonias, en ese entonces confederadas, se creara por medio de la discusión abierta de la Constitución en el Congreso y las decisiones se definieran por la mayoría de los votos de los Estados. Es así como por un voto se acordó que el idioma oficial de esa nación fuese el inglés, dado que inicialmente gran parte de la nación hablaba alemán y en algunas zonas que se incorporaron al país el francés. Esa apertura y la capacidad de crear un Estado ordenado, regulado por leyes aprobadas por hombres libres, singularizaron al país que se estructuró bajo la bandera de la libertad y la defensa a ultranza de los valores democráticos. Siempre con las puertas abiertas a los emigrantes de otras naciones, incluso a los perseguidos políticos o religiosos, puesto que no pocos de los colonos que habían llegado a establecerse allí lo hicieron para superar las persecuciones de que eran objeto por sus creencias en su tierra de origen. Así que cerrar las puertas a los emigrantes, pese a las duras experiencias que ha habido con terroristas infiltrados, mafiosos y gentes indeseables, es un contrasentido.
El presidente Obama es la primera generación de su familia con la ciudadanía estadounidense por haber nacido en Hawai, zona que Estados Unidos incorporó a su soberanía. Si su padre, un emigrante africano que tuvo el mérito de haber pagado por su cuenta los estudios en la Universidad de Harvard no hubiese emigrado al país tampoco su hijo habría sido presidente de Estados Unidos. Y son muchísimas las personalidades eminentes en el mundo, desde científicos como Albert Einstein, Wernher von Braun o académicos y diplomáticos como Henry Kissinger, que han contribuido a engrandecer ese país. Y sin modestia alguna y con orgullo debemos recordar que Rodolfo Llinás, el redescubridor del cerebro, quien fue preparado intelectualmente en Colombia, como migrante ha recibido la hospitalidad de ese país para que pueda hacer todas las pruebas científicas que benefician a la humanidad. Podríamos citar múltiples de casos de brillantes emigrantes que engalanan la literatura norteamericana como Vladimir Nabokov y muchos otros en los más diversos campos del saber. Además de todos los seres anónimos llegados de los más diversos rincones de la Tierra que con sudor y sangre han aportado su trabajo en modestas labores desde la agricultura hasta la industria y asuntos domésticos, o dando en el frente de guerra su vida por Estados Unidos, que han puesto su grano de arena en favor de esa potencia. Y sin ellos no habría llegado a ser el país lo que es hoy.
Por tanto el proyecto de ley migratoria del presidente Barack Obama no solamente es un reconocimiento a todos aquellos migrantes que han contribuido al crecimiento y grandeza de Estados Unidos sino es, también, un reconocimiento a sí mismo, que pudo llegar a la Presidencia en un país que por encima de todo, de factores religiosos, raciales y políticos locales, votó por su capacidad y voluntad política de resolver la crisis en que se debatía la nación.
La lucha ha sido dura pero ya en la Cámara se aprobó iniciar el debate en pleno sobre el tema migratorio, con 84 votos a favor y 15 en contra. Esto muestra que paulatinamente las partes antagónicas entre republicanos y demócratas han ido limando asperezas y se tiende a formar un consenso sobre la nueva ley. Esto en momentos en los cuales la minoría más importante que se va a beneficiar de la misma es la de origen hispano. Quizá habríamos querido que fuese más flexible y más rápida la incorporación de los emigrantes a la legalización de su estadía en Estados Unidos, pero ya es un logro positivo que los indocumentados que se registren después de pagar una multa y de aprender inglés, pasados 13 años, podrán pedir la residencia definitiva.
En vez de seguir persiguiendo en las ciudades a las personas para verificar si son documentados o indocumentados, y ponerlos en prisión como se hacía en algunos Estados como Virginia, habrá un fondo multimillonario para controlar mejor las fronteras.
Los analistas políticos más respetables en Estados Unidos consideran que con los avances que ha presentado en la Cámara y el Senado, instancias en las cuales el Presidente ha evitado un mayor protagonismo, la ley va a pasar. Y lo más importante, en un país en donde las encuestas tienen tanto peso, es que la gran mayoría de los estadounidenses están de acuerdo con la reforma. Esta decisión histórica es tan trascendental como la que tomó Julio César para incorporar a los mejores de otros pueblos al engrandecimiento del Imperio Romano.