El jueves se cumplió otra jornada del Día sin carro. Esta vez se incorporaron a la restricción de circular las motocicletas. Bogotá fue la primera ciudad del país donde se estableció la medida que obliga a guardar los carros particulares un día al año, bajo la alcaldía del entonces burgomaestre Enrique Peñalosa. El 24 de febrero del 2000 unos 563.987 carros tuvieron que dejar de rodar por las calles de la ciudad entre las 6:30 a.m. y las 7:30 p.m. Los que violaron la norma debían pagar una multa de $ 21.000 y la inmovilización del automotor.
Desde luego que tuvo contradictores esta decisión del Alcalde, entre éstos los comerciantes, las estaciones de gasolina, las más afectadas por disminución de tanqueadas. No obstante tuvo consecuencias positivas como el incremento de viajes en bicicleta, que contribuyeron a disminuir la contaminación ambiental.
Peñalosa determinó entonces darles la responsabilidad a los bogotanos de definir si el Día sin carro iba a ser permanente o solo una anécdota para recordar en el inicio de siglo. El 29 de octubre de 2000 los bogotanos fueron a las urnas a elegir al Alcalde y una decisión adicional: votar si quería que Bogotá tuviera un Día sin carro. El 63 por ciento votó a favor, y se decretó que el primer jueves de cada febrero Bogotá tendría un Día sin carro.
El balance del Día sin carro de este jueves 5 de febrero, cuando se cumplen 15 años de su vigencia, con la entrada de las motos, que aportan un alto volumen de gases, dado su número, más de 400.000, y desde luego la multiplicación los carros, tiene su lado positivo; bajó la contaminación un 21 por ciento. Esta jornada implica una profunda reflexión sobre el impacto ambiental, congestiones. Por unas horas disminuyen niveles de monóxido de carbono en el aire y la congestión vehicular. Sin embargo, los automotores de servicio público en mayor cantidad para suplir la demanda de pasajeros, aumentan emisiones de gases. Debe ser una meta vehículos con combustibles limpios, prioridad eléctricos, como el metro. En este Día sin carro ni motos, en Bogotá, los ciclistas y peatones fueron protagonistas. Y no faltó la imprudencia de transeúntes en las calles, que se expusieron al riesgo de ser atropellados por los carros. Esto ratifica la importancia de incentivar la cultura ciudadana, clave para la convivencia.