La decisión del expresidente español Felipe González de asumir la defensa de dos jefes políticos presos arbitrariamente en Venezuela, ha sido noticia en nivel mundial y suscitado toda suerte de comentarios.
Como es sabido, por el desprestigio del régimen del vecino país, la crisis económica derivada de la caída de los precios del petróleo, las crecientes denuncias de la oposición y las protestas callejeras, el gobierno de Nicolás Maduro apela cada vez más a la fuerza para mantenerse a cualquier precio en el poder. La sociedad venezolana vive hoy bajo el temor de la tragedia que se avizora por cuenta de la decisión que tomó el Ejecutivo de autorizar a las fuerzas oficiales a que puedan utilizar incluso armas letales para controlar protestas ciudadanas.
La situación se torna aún más explosiva tras las consabidas arengas presidenciales, donde el Jefe de Estado dispone enviar comandos a que capturen a los alcaldes elegidos popularmente, con la finalidad de llevarlos a prisión y por esa vía debilitar a los partidos de oposición con miras a las elecciones regionales próximas.
Pareciera que con esos anuncios de cometer tropelías contra los representantes del pueblo en cargos de elección popular, se busca de manera deliberada promover un choque violento entre los afectos a los funcionarios de la oposición y los comandos armados oficiales.
Como las deudas y el desabastecimiento agobian a Venezuela, el Jefe de Estado, previendo que aumenten las protestas, se hizo dar poderes excepcionales por medio de otra “ley habilitante”, lo que le permite apelar a la represión sin consultar a la Asamblea Nacional ni a nadie, un estilo que inaugurara en su tiempo el famoso Robespierre y que luego imitaron otros revolucionarios posteriores, suscitando en la Francia de entonces una verdadera orgía de sangre. Felipe González, un demócrata insobornable, que intercedió por los prisioneros políticos en Chile durante el gobierno del general Augusto Pinochet, con la autorización de éste, pretende ahora cumplir la misma tarea humanitaria en Venezuela, a favor de los encarcelados dirigentes opositores Leopoldo López y Antonio Ledesma. Maduro, sin embargo, lo acusa de ser un negociante, reacción que no hace más que evidenciar que parece temer a la defensa ardorosa de la libertad y la democracia que hará el prestigioso dirigente español en Venezuela.