La renuncia, el jueves pasado, de la ministra del Deporte, que se encontraba en el ojo del huracán por la forma en que Colombia perdió la sede de los Juegos Panamericanos 2027, razón por la cual tenía una alta posibilidad de ser blanco de una moción de censura por parte del Senado, abrió una vez más el debate en torno a si esta figura de control político necesita ser ajustada para que tenga una mayor efectividad.
Más allá de la polarización política permanente en el escenario colombiano, lo cierto es que tanto en el anterior gobierno como en el actual, la cantidad de debates de moción de censura ha marcado récord frente a las administraciones anteriores. Sin embargo, esta figura nunca se ha podido aplicar ya que, por lo general, aquellos ministros que vislumbran que pueden perder en el respectivo debate optan por renunciar, evitando así que el Ejecutivo de turno sufra la sanción política que significa que el Congreso le ordene remover de forma obligatoria a uno de sus altos funcionarios.
Desde el punto de vista institucional la discusión resulta interesante. Para algunos constitucionalistas, congresistas y dirigentes políticos la renuncia de un ministro que esté en la mira de un debate de moción de censura no debería llevar a que la citación en la plenaria de la respectiva cámara legislativa tenga que declararse improcedente, ya que por esa vía se le estaría haciendo un esguince a la facultad y función parlamentaria de control político sobre el Ejecutivo.
En la otra orilla se ubican los que sostienen que la moción de censura se agota cuando el alto funcionario deja de serlo. Ir más allá, es decir, mantener vigente la citación, conllevaría a enrutar al país hacia un modelo de una democracia parlamentaria y no presidencialista, como lo es la colombiana.
A estas dos posturas debe sumarse la de los analistas que señalan que la dimisión de un alto funcionario es ya de por sí una materialización de la sanción política al gobierno de turno, puesto que se ve obligado, por una causa exógena a su criterio discrecional, a aceptar una dimisión o, incluso, a pedirla. En ese orden, el espíritu de la figura se mantiene vigente.
Finalmente están quienes advierten que la moción de censura se ha ido desgastando año tras año y que la principal prueba es que ninguna se ha concretado, ni en la formulación inicial, cuando se requería el apoyo de congresistas del Senado y la Cámara de Representantes para proyectarla, ni después, cuando una reforma determinó que podría tramitarse por una sola cámara.
Este debate va para largo, sobre todo ahora que asoma una nueva citación, esta vez al titular de Salud.