* Reñida campaña presidencial
* Grandes diferencias en programas
Parece todavía prematuro saber cuál será exactamente el destino que tomará Colombia, faltando dos semanas para la segunda vuelta presidencial. Pero, pese al vaivén emocional y las cacareadas y extemporáneas solicitudes de alianza de última hora por parte de quienes quieren hacer notar su precario influjo político (a como dé lugar), en todo caso ahí están las bases programáticas de cada una de las dos alternativas en liza para gobernar al país en los próximos cuatro años.
No queda, pues, opción diferente a tomar en serio cada uno de los programas, ya que ambos han recibido el respaldo de la opinión mayoritaria nacional. Y eso está bien, porque justamente esta vez, como en pocas ocasiones, las ideas planteadas requieren ser expuestas con toda claridad, luego de una campaña de primera vuelta signada por la camorra permanente, el divisionismo y la pugnacidad como paradójica formulación redentora.
A estas alturas es claro, por una parte, que el liderazgo ya no solo será producto de la emotividad, a pesar de que seguirá contando como motivación electoral esencial (al igual que en todo el mundo), sino que de otro lado también habrán de sopesarse las propuestas puntuales, su viabilidad, los costos y sobre todo que no se queden en un promeserismo populista que después lleve a un desencanto mayor al existente.
Como es bien sabido, ambos planteamientos tienen de base la anticorrupción e incluso evidencian similitudes en algunos aspectos, como la preocupación central de superar la pobreza y la desigualdad, pero en otros son diametralmente opuestos. De hecho, el candidato de la izquierda, Gustavo Petro, como es natural a la ideología que pretende representar, afinca sus esperanzas en la acción del Estado en todos los frentes, su expansión voluminosa, una visión ampliamente fiscalista al respecto y un escaso o nulo protagonismo de la iniciativa privada como promotora del empleo. En tanto, el candidato independiente, Rodolfo Hernández, lidera una propuesta cuyo propósito es reducir los gastos innecesarios, poner el ojo avizor en los intersticios purulentos de la contratación pública, revisar las nóminas estatales superfluas, modificar la estructura del IVA y buscar los mecanismos que permitan un Estado más eficiente y menos voluminoso. Mientras el dirigente santandereano propone fusionar y reducir ministerios y embajadas, el senador de izquierda plantea crear entidades.
Como puede observarse hay una clara diferencia entre la postura de un político profesional, como Petro, y la de un ingeniero como Hernández, que dedicó su vida a la empresa privada y ha tenido un éxito reconocido en la construcción de vivienda. Seguramente no pensó el primero ni tampoco el país que un empresario pudiera representar los anhelos de cambio y que su experiencia fuera resaltada como un aporte a la administración estatal. Hernández, en cambio, sabía que su rival principal sería aquel que, firmada la paz con el M-19, hizo su carrera en la Cámara de Representantes y el Senado de la República, además de haber conquistado la alcaldía de Bogotá y ser tres veces aspirante a la Casa de Nariño. Fue Hernández también burgomaestre, en su caso de Bucaramanga, y ambos tuvieron resultados polémicos en sus respectivas gestiones.
Frente al programa presidencial hay, asimismo, diferencias en el manejo del petróleo, el sensible tema de las pensiones y los mecanismos para recuperar el campo.
Ambos, sin embargo, proponen la apertura inmediata de las relaciones con Venezuela, pero en ninguno de los dos planteamientos es claro cuál será el tipo de relacionamiento con el régimen madurista. En todo caso ha sido claro en esta semana que la izquierda latinoamericana se ha lanzado a defender a Petro. Hace unos días lo hizo el expresidente brasileño Lula Da Silva, dedicado a su nueva campaña, y el viernes el mandatario mexicano Andrés Manuel López Obrador, interviniendo claramente en política interna colombiana, lo que motivó una protesta del gobierno Duque. Esa circunstancia evidencia, ciertamente, el nivel de sorpresa que ha causado en ese espectro ideológico latinoamericano la alternativa de Hernández. Mucho más, como se dijo, cuando esta opción mantiene un cabeza a cabeza con el senador de izquierda.
El punto central a estas alturas de la contienda proselitista radica en quién tiene la vocería del cambio y quién la mayor credibilidad para lograrlo sin llevar al país al abismo. Ese será el motivo, ciertamente, de los próximos días de la reñida campaña electoral.