* Señales preocupantes en primer trimestre
* Sin alarmismo alistar plan de intervención
Desde finales del año pasado se viene advirtiendo que este 2015 sería un período complicado para la economía local. Los indicadores sectoriales, tanto en nivel macro como micro, confirman esos pronósticos. La descolgada en los precios del petróleo si bien no se acentuó entre enero y marzo, tampoco se revirtió y prueba de ello es que abril arranca con una cotización promedio de 50 dólares el barril. De allí que el cálculo del coletazo para Colombia siga girando alrededor de los 16 billones de pesos. Los reportes sobre industria y comercio también evidencian la tendencia a la desaceleración, al tiempo que las exportaciones registraron una preocupante caída en enero. El dólar arrancó al alza este año e incluso llegó a pensarse que la cotización alcanzaría a los $ 2.700, rompiendo cualquier previsión sobre el margen de devaluación del peso, sin embargo, en las últimas semanas empezó a estabilizarse el precio de la divisa. Pese a que las cifras de empleo se mantienen en terreno positivo, al punto que a febrero el indicador de desocupación siguió en un dígito (9,9 por ciento), es evidente que el panorama de la economía en general para este año es de cautela, y prueba de ello es que después de cerrar 2014 con un potable 4,6 por ciento de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), para diciembre próximo los cálculos más optimistas, a cargo del Gobierno, apuntan a un 4,2 por ciento, en tanto que el Banco de la República, los gremios y los centros de análisis apuestan a un indicador que, en el mejor de los casos, se acercaría por debajo del 4 por ciento. Este menor dinamismo productivo se impacta aún más con el recorte presupuestal definido por el Gobierno nacional para amortiguar la crisis petrolera, el consecuencial aplazamiento de inversiones y gastos por más de seis billones de pesos y los temores en las finanzas regionales y locales por el menor flujo de regalías, a lo que se suma que por virtud de la restricción a la firma de convenios interadministrativos, que establece la Ley de Garantías Electorales, se podría frenar la inversión en departamentos y municipios de no menos de 5,8 billones de pesos.
En medio de todo ello, uno de los indicadores que más empieza a preocupar es el de la inflación. El último reporte del DANE indicó que el precio de los bienes y servicios creció en marzo 0,59 por ciento, es decir, 0,20 puntos porcentuales más que el mismo mes del año pasado. Lo más grave es que el costo de vida aumentó en el primer trimestre 2,40 por ciento, muy cerca de la meta promedio del 3 por ciento fijada para todo el año. El panorama se torna aún más preocupante al advertir que entre abril de 2014 y marzo de 2015, es decir, los últimos doce meses, el IPC presentó una variación de 4,56 por ciento.
El Gobierno y el Banco de la República consideran que si bien hay una presión inflacionaria, esta se debe más a fenómenos estacionarios y cíclicos relacionados con los alimentos y la evolución de las cosechas. En otras palabras, que no hay señales de crisis y que el IPC tenderá en los próximos meses a estabilizarse y ajustarse a la meta proyectada. Incluso, el Sistema de Información de Precios y Abastecimiento del Sector Agropecuario (Sipsa) indicaba días atrás que entre el 28 de marzo y el 1 de abril aumentaron los precios de las verduras y los tubérculos, pero se redujeron las cotizaciones de las frutas. Los gremios del agro no son tan optimistas y replican que si bien hubo algunos aumentos de precios derivados de factores cruzados como los pronósticos sobre un fenómeno del Niño más fuerte o el paro camionero, en realidad hay ajustes en el valor de los alimentos que no son coyunturales ni cíclicos y, por lo tanto, difícilmente volverán a los niveles del año pasado. De allí que pronostiquen una inflación por encima del 4 o 4,5 por ciento. Otros sectores consideran que no se puede desconocer que hubo posibles fenómenos de especulación y acaparamiento de algunos productos alimenticios, y que los altibajos cambiarios también impactaron en el costo de la canasta familiar.
Es claro, y así es todo en materia económica, que la presión inflacionaria en el arranque de este año tiene múltiples factores, algunos coyunturales y otros estructurales. Por lo mismo, aunque no hay lugar a pronósticos fatalistas sobre un desborde en este campo, hay fundadas razones para preocuparse y avizorar un paquete de medidas macro y micro a corto plazo para atajar el fenómeno.