- Concentrarse en las políticas públicas
- No por mucho madrugar…
MUCHAS son las cábalas que se han venido haciendo sobre las repercusiones de los recientes comicios regionales en la elección presidencial dentro de dos años y medio. En realidad, son pocos los vasos comunicantes existentes entre la democracia local y la democracia nacional. Y precisamente tal vez esa sea una de las grandes virtudes de haber separado la escogencia popular de alcaldes y gobernadores de la justa parlamentaria y presidencial.
De hecho, hubo varios proyectos de ley que pretendían reunificar el calendario electoral de manera que se eliminara la jornada de “mitaca” y se produjeran todos los comicios en un mismo evento, o por lo menos con una separación de pocos meses. Por fortuna, está demostrado que es mucho mejor independizar las elecciones regionales de los nacionales a fin de que la expresión democrática sea mucho más nítida, en ambos casos, y se pueda seleccionar y sopesar debidamente los mandatarios de diferente jerarquía.
No obstante, los aspirantes a suceder al presidente Iván Duque, en 2022, han roto fuego tempranero con el objeto de situarse prematuramente en la lid por la Casa de Nariño. Como ya no hay reelección es posible que se haya vuelto a aquellas épocas en que llevadas a cabo las elecciones de “mitaca” comenzaba la fila india en cada uno de los partidos para la Jefatura de Estado.
El hecho institucional más claro que tuvo una incidencia definitiva en la última contienda por la Casa de Nariño, no fue, ciertamente, una relación de causa-efecto entre las urnas regionales de 2015 y la puja presidencial de 2018, sino el uso de las consultas populares para dirimir preminencias partidistas o establecer candidaturas dentro de las corrientes afines. De suyo, los aspirantes que no participaron en esas consultas se vieron duramente afectados, por cuanto no podían hacer uso de la televisión ni de la publicidad, mientras que los que sí lograron un efectivo “top of mind” político. Esa fue la ola electoral que permitió, por anticipado, cerrar la campaña a las figuras de Iván Duque y Gustavo Petro, ganadores de las respectivas consultas populares, en tanto los demás aspirantes no contaron con ese viento de cola inicial para situarse mejor en el escenario hacia la primera vuelta.
Como esto fue así, es muy probable que en la próxima competencia presidencial, mucho más allá de los resultados de las elecciones regionales y municipales recién ocurridas, todos los aspirantes a la Casa de Nariño busquen algún tipo de aglutinación en las consultas populares y dejen de lado la inscripción por firmas, que en su momento se pensó un fenómeno equiparable. Así las cosas, resulta en principio evidente que, de cara a 2022, se tratará de jugar a las coaliciones de antemano, cuya vocería electoral será definida, como se dijo, por algún mecanismo de la democracia participativa. Justamente, la cita a las urnas que acaba de pasar deja de lección el hecho de que en su gran mayoría los candidatos triunfantes fueron producto de la unión de varios partidos.
Hoy en día, sin embargo, los diversos aspirantes a la Presidencia reclaman para sí el triunfo en los comicios del 27 de octubre mientras que, de algún modo, demeritan el resultado de los contrarios. Nadie niega que mantener la vigencia electoral es de los aspectos más difíciles en la política. Ello explicaría por qué los candidatos en ciernes a la sucesión de Duque reivindican afanosamente una u otra victoria regional, todo con el objeto de mantener los reflectores encima.
No obstante, lo que salta a todas luces es que resulta muy prematuro, en un país de la movilidad política de Colombia, establecer las posibilidades electorales hacia el futuro. Por lo pronto, el actual Jefe de Estado ha contestado que, sin reelección de por medio, él no hace parte de ninguna contienda, ni presente ni futura, sino que está tratando de acertar en lo más conveniente para la nación. Este es uno de los beneficios, naturalmente, de que no haya posibilidad de repetir en la Casa de Nariño, por cuanto el Primer Mandatario, en vez de dedicarse a sus ambiciones personales, puede concentrarse decididamente en sacar adelante las políticas públicas prometidas.
Hacer, pues, cábalas sobre los aspirantes presidenciales resulta una tómbola a la larga inconveniente. Lo que hoy pide el país es concentrarse en sacar avante los proyectos esenciales, cuidando la seguridad, la economía y los aspectos sociales, que es lo que verdaderamente espera el pueblo una vez pasadas las elecciones regionales. Bien lo señala el refrán popular: no por mucho madrugar amanece más temprano.