LA evolución política de Cartagena, vitrina de Colombia en el Caribe, en donde se realizan a diario eventos nacionales e internacionales de la mayor trascendencia, debiera ocupar la mente de políticos, académicos, periodistas y de los mejores analistas de nuestra realidad urbana, del desarrollo y de los conflictos sociales. Sorprende que de los miles y miles de visitantes colombianos y extranjeros que llegan a la hermosa ciudad amurallada, la mayoría se limiten a disfrutar del paisaje marino, tomar sol, caminar por la zona colonial, degustar los platos típicos o la comida internacional, pasear al atardecer en carroza de caballos y tomarse unos tragos arrullados por la música caribeña o internacional. Unos cuantos se interesan en indagar por el valor de las propiedades, puesto que es una de las urbes en las cuales se valoriza más la finca raíz y es más costosa; cuya inversión hotelera es de las más cuantiosas de la región. Raros, muy raros, son los visitantes que se aventuran a recorrer los barrios marginales, por alguna extraña razón nadie habla de ellos, no los mencionan, apenas escasamente se ocupan de esas zonas donde prevalece la miseria, la enfermedad y la violencia doméstica, el comercio sexual y las diversas modalidades del vicio a la carta. El turista es llevado desde el aeropuerto a los hoteles sin ver a su paso a los seres que viven hacinados en los tugurios, las excursiones que ofrecen al viajero los evitan cuidadosamente y advierten del peligro de incursionar por las partes deprimidas.
Se entiende que esa situación social en la que impera la marginalidad, la miseria y el abandono, no la muestren al turista. Lo que no se explica es que los políticos locales la ignoren. Existen dos Cartagenas, la opulenta y la olvidada a su suerte. La mayor parte de la inversión se va a la zona más rica y es poco lo que llega en ayuda humanitaria a los más pobres, que tienen la desgracia de contarse entre los que más enfermedades endémicas padecen, fuera de que, por la promiscuidad de los servicios sexuales a la carta, el Sida se extiende peligrosamente. Por la misma miseria y olvido en que transcurren sus vidas, la política se centra en épocas electorales en la compra de votos y el “regalo” de material de construcción, mercados y bebidas. Se contratan músicos que amenizan los encuentros proselitistas. En raras ocasiones alguno de los aspirantes a la Alcaldía asoma por allí con brigadas de salud y vacunación o leche para los menores, a lo que se suman toda clase de promesas, que por lo general se incumplen. Hasta que Campo Elías Terán, un locutor nacido en esas zonas olvidadas de La Heroica, que logró superar el destino familiar cruel al que parecía condenado como tantos otros, se ganó el afecto de los distintos estratos sociales por su pasión por ayudar desde su programa radial a los más necesitados y olvidados por los gobiernos locales y nacionales. Su candidatura a la Alcaldía de Cartagena se coronó con el triunfo arrollador al sacar 158 mil votos, cifra que ninguno de sus antecesores había conseguido. Mas su mandato fue tan breve, como su carrera política, la enfermedad lo consumió y sus “ideales” quedaron expósitos; una gran frustración para todos, en especial para los pobres.
Un sondeo preocupante que publica el diario El Universal muestra que campea la apatía electoral en la ciudad, que las gentes ni saben lo que proponen los candidatos y no se interesan por indagar. Lo que podría significar que la democracia local ha perdido credibilidad y efectividad, en cuanto captar el apoyo popular. Pocos saben que la situación social de Cartagena, comparativamente, en materia de desigualdad abismal, es peor que la de La Habana, cuando Fidel Castro llegó al poder, lo mismo que es más dramática que la de muchas ciudades de Brasil en donde hoy las gentes de las favelas y de clase media salen a protestar y desafiar la autoridad. A la pregunta sobre los programas de los alcaldes, que son obligatorios para inscribir sus candidaturas y ejercer el cargo: de 931 respuestas, el NO obtuvo 861 opiniones, para un 92%; solo un 8% dijo que SÍ, para un total de 70 opiniones. “Incluso, muchos ciudadanos no saben siquiera cuántos candidatos aspiran a la Alcaldía de Cartagena”. El 80 por ciento de las personas consultadas en edad de votar no sabe en dónde debe sufragar.
Los cinco candidatos que se disputan el apoyo popular son Dionisio Vélez: coalición Partido Liberal y Partido Verde. María del Socorro Bustamante: Movimiento Afrovides. Mercedes Maturana: Alianza Social Independiente-MIO. Miguel Navas Meisel: Partido Conservador. Wilson Borja: Polo Democrático. La última encuesta favorece por amplio margen a Dionisio Vélez, le sigue María del Socorro Bustamante. El conservador Miguel Navas se esfuerza por apostar a una compleja tercería y los otros dos candidatos podrían estar amagando para sumarse a otra candidatura con más posibilidades. El reto de los candidatos es lograr el apoyo popular para que el próximo Alcalde tenga una mayoría que le permita gobernar y efectuar una política social, educativa y de obras como la que amerita una ciudad que de no atender los problemas que no ha podido resolver en décadas, ni combatir a fondo la corrupción, podría verse envuelta en aciagos choques sociales, evitables a tiempo.
Medias elementales y de bajo costo, como pintar las casas de blanco para que baje la temperatura, abrir ventanas en los lugares adecuados para que corra el aire, fomentar la integración social y crear cooperativas entre los habitantes, para quebrar la explotación de los intermediarios y especuladores, se pueden efectuar a corto plazo. Se trata de elevar -ya- la calidad de vida de los habitantes y el potencial cultural, fundamental para transformar la ciudad. Subsidiar a los maestros para que impartan de urgencia educación básica en las barriadas. Estimular pequeñas empresas. En fin, apoyar el deporte; crear una comunidad organizada que limite la natalidad irresponsable y derrote la pobreza.