+ Libertad en el sur y opresión en el norte
* 70 años de armisticio y sin tratado de paz
El 27 de julio de 1953, las dos Coreas en guerra firmaron un cese al fuego, un acuerdo de no agresión, más no un acuerdo de paz. Desde entonces simbolizan la lucha del mundo libre y el comunismo por el predominio mundial, dividido en dos bloques, como se estilaba en la Guerra Fría. El jueves de esta semana, representantes de casi dos docenas de países aliados, con Estados Unidos a la cabeza, se congregaron en la surcoreana Busan, para conmemorar los 70 años de ese armisticio que puso fin a tres años de guerra entre las naciones vecinas.
A su vez, en Corea del Norte, el régimen de Kim Jong Un celebró con la exhibición de su poderío militar, en un desfile que con invitados de alto ni del de Rusia y China, que los apoyaron durante la guerra fría, se observaron algunos de los potentes misiles y otras armas con tecnología de punta.
En Asia nadie olvida que la Segunda Guerra Mundial termina con dos bombas atómicas que caen sobre el territorio de Japón y esa terrible experiencia determina que se les tenga sumo respeto a las armas nucleares, por su terrible poder destructivo. Al quedar arrasado un país y morir millares de personas, la que gana es la barbarie. Eso no parece importarle mucho al actual gobernante de Corea del Norte, que celebra sus desafíos con misiles que lanza al mar. Por lo mismo la reunión de su líder, Jong Un, con sus aliados no deja de preocupar, puesto que se conoce que viene desarrollando armamento altamente sofisticado y letal. Esto en momentos en los cuales la tensión en Asia aumenta y los Estados Unidos han vuelto a enviar su flota y algunos submarinos con armas nucleares a la región, en tanto que China hace ejercicios militares que amenazan la soberanía de sus vecinos, lo que llevó a Japón a acelerar su rearme y se mantiene la guerra entre Rusia y Ucrania, que vuelve a afectar gravemente el comercio internacional.
Lo que resulta inevitable es contrastar el progreso y el bienestar que, en casi todos los campos, ha logrado Corea del Sur. Mientras en Corea del Norte la miseria, la enfermedad y el miedo agobian a la población, en la nación vecina la riqueza y el bienestar favorecen la salud y la calidad de vida de sus habitantes. Algunos analistas sostienen que las aulagas por las que pasa el pueblo de Corea del Norte, que contrastan con los lujos de la clase dirigente, tienen que ver con la convicción política que sostiene que para mantener cautivo al pueblo es preciso tenerlo hambriento.
Corea del Sur tiene más de 51 millones de habitantes y Norcorea supera los 21 millones. Acabada la guerra fría y como en teoría esos dos países siguen en conflicto, ya que no firmaron un acuerdo de paz, no faltan los que piensan en la posibilidad que los coreanos vuelvan a unirse y constituyan una nación en paz. Nada más utópico, ya que ello implicaría la desaparición de la dictadura en Pyongyang, donde Kim Yo-jong, quien funge como emisaria diplomática del régimen, se ha convertido en la mujer más poderosa de Corea del Norte.
Lo evidente es que, como sostienen los geopolíticos, los conflictos entre las potencias no cesan y los antagonismos crecen, lo que da lugar a grandes desafíos y, en ocasiones, se convierten en amenaza para la paz mundial. Esto en momentos en los cuales la Organización de Naciones Unidas (ONU) se ve sobrepasada por la violencia en algunas partes del planeta, sin conseguir los objetivos pacifistas para la cual se fundó.
Vale recordar que en los años cincuenta del siglo pasado, Colombia se consideraba un país económicamente estable, muy por encima de la de los países que se conocen como “tigres asiáticos” y en aras de la cooperación internacional envió un contingente a la guerra entre las Coreas.
Tras el armisticio de hace siete décadas, Corea del Sur comienza una exitosa senda de crecimiento y prosperidad, superando a varios países, entre ellos a Colombia, en lo industrial y comercial, pese a que ellos no tienen minerales estratégicos como nosotros. Y eso, no deja de preocupar.
Basta pensar qué si en Colombia no hubiésemos creado una empresa como Ecopetrol, que nos permitió exportar petróleo y refinarlo, estaríamos mucho peor y entre los países más menesterosos de la región. Así que la delirante amenaza oficial de acabar con la explotación petrolera nos alerta sobre ciertos aspectos coincidentes con la política de la dictadura de Corea del Norte que ha empobrecido la población para mantenerla cautiva.