Petróleo y desarrollo | El Nuevo Siglo
Viernes, 14 de Septiembre de 2012

* Se dilapidan las bonanzas

**  El modelo noruego

 

Una mirada por los países petroleros árabes, africanos y latinoamericanos, muestra que no siempre se manejan los recursos apostando al desarrollo económico. El populismo y la inexperiencia determinan que se tienda a malgastar el dinero de las regalías. Los mismos gobiernos que predican austeridad, que dicen luchar contra la corrupción, a la primera crisis echan mano a los fondos petroleros y gastan a manos llenas, en especial en tiempos de elecciones. Los Estados Unidos en su momento supieron explotar el crudo e invertir en infraestructura y desarrollo, en contraste con otros países cuyos gobiernos prefirieron el asistencialismo, armarse y alimentar la corrupción para mantenerse en el poder.

En el Medo Oriente los antagonismos tribales y la presión extranjera les lanzaron combustible a conflictos entre vecinos para después venderles armas a los distintos bandos. Y, claro, en tiempos de hambruna, los pueblos no se pueden comer las armas que costaron miles de millones, ni como dice la vieja frase napoleónica sentarse los soldados sobre las bayonetas. Esos hechos se repiten en el África azotada por crudelísimas guerras intestinas, lo mismo que en nuestra región, en donde una creciente competencia armamentista desvía millonarias sumas para el desarrollo y la compra de sofisticadas armas. Sorprende observar que países mineros y petroleros que han recibido miles de millones los dilapidan, mientras la masa de la población sigue sumida en la ignorancia y la miseria.

Colombia en el siglo XVIII y XIX se destacó por la explotación de la minería, de donde provenían sus principales recursos, sin que estos se emplearan acertadamente en promover el desarrollo, en parte por la miope visión de algunos personajes influyentes que predicaban que no se debían hacer carreteras y que salía más barato seguir con las recuas de mulas, que en zonas como Antioquia facilitaron la movilización de los mineros y, después, de los sacos de café para la exportación. Si bien en esa misma Antioquia el oro sirvió para iniciar los primeros esfuerzos por industrializarse y se promovió la famosa Escuela de Minas, que formó excelentes ingenieros y técnicos. Hasta que radicales y conservadores impulsan los ferrocarriles, en particular el general Rafael Reyes, quien en su gobierno extendió más rieles que sus antecesores juntos, siendo hasta hoy el gobernante que más hizo por ampliar la infraestructura e incorporar la periferia del país al desarrollo, en ocasiones apoyado por misiones religiosas que hicieron carreteras y volvían la tierra cultivable en donde antes había selvas. Y, también, el primero que tuvo visión en grande de explotar el petróleo para el desarrollo, objetivo que se frustró con su abandono del poder.

Es increíble que sectores dirigentes de la sociedad no se percaten de que sin impulsar la infraestructura de la periferia del país en gran escala, la violencia endémica seguirá creciendo como las plantas en el suelo propicio tropical. Una de las cosas positivas que ofrecía el Plan Colombia que se pactó durante el gobierno de Andrés Pastrana con Estados Unidos, era la de promover el desarrollo en los campos, en particular en las zonas cocaleras. Eso en la práctica se abandona y con los recortes que ha sufrido esa iniciativa da muestras de languidecer. Mientras irrumpe con fuerza la minería clandestina que tiende a promover otra oleada de violencia local.

No faltan los que dicen que la pesadilla de los países menos desarrollados es que malgastan los recursos mineros y las bonanzas económicas, caso en el que se destaca Colombia. No debemos permitir que eso se repita con los actuales ingresos del petróleo. Así como en Estados Unidos supieron invertir los recursos petroleros en desarrollo, no faltan otros países, como Noruega, que han hecho lo mismo en gran escala. Hoy el mundo paga los precios más altos por el barril de petróleo en un siglo; dilapidar esos fondos que provienen de una riqueza no renovable es suicida. En Noruega las compañías que explotan el crudo en alta mar están obligadas a presentar proyectos que preserven el ambiente y los niveles de calidad que demanda el Estado. Lo que no se negocia. Y los recursos del petróleo se emplean en fomentar la cultura de la sociedad, la tecnología y el bienestar. La Justicia noruega es incorruptible y los pleitos con las compañías transnacionales del crudo se resuelven en sus tribunales. Ese nacionalismo y el inteligente manejo de la economía contribuyen a que ese país sea una potencia social y tenga uno de los mejores ingresos per cápita del mundo.