SI bien el país aún tiene fresca la estelar actuación de la Selección Colombia en el reciente campeonato mundial de Brasil y vive pendiente del rendimiento aún más positivo de sus jugadores más destacados en los principales clubes europeos y latinoamericanos, con James Rodríguez, Jackson Martínez, Falcao, Teófilo Gutiérrez, David Ospina y Adrián Ramos a la cabeza, lo cierto es que el campeonato local tiene un nivel bastante discreto, lo que se comprueba con las participaciones de los equipos nacionales en los torneos continentales.
Este año ha sido prácticamente un fracaso para nuestros equipos en la Copa Libertadores y la Sudamericana, en donde han sido eliminados en las primeras fases o su clasificación ha estado marcada por el drama y la suerte. Incluso, el último club sobreviviente en el segundo de estos torneos, el Nacional de Medellín, a la postre el tricampeón del rentado local, decepcionó el miércoles en la noche al empatar dificultosamente con el Vitoria, un modesto equipo brasileño que jugó con la mayoría de suplentes pues la plantilla titular se quedó en su país debido a que el fin de semana tienen un partido crucial en la lucha por no descender.
El bajo promedio de asistencia a los estadios, las nóminas reducidas y con muy pocas figuras, las crisis económicas y administrativas que rodean a varios clubes y -sería ingenuo negarlo- una creciente audiencia que prefiere ver por televisión el fútbol internacional, han contribuido a configurar un escenario preocupante en ambos campeonatos profesionales del balompié colombiano.
Es necesario repensar todo el esquema. Hay que subir no sólo la calidad sino los incentivos a los hinchas de vieja y nueva data, pues, al final de todo, la cantera para nuestras selecciones continúa siendo la misma: el fútbol profesional colombiano.