Perú a las urnas | El Nuevo Siglo
Sábado, 9 de Abril de 2016

·      Previsible segunda vuelta

·      El reto de Keiko Fujimori

 

La de mañana no será una elección más en la nación inca. Todo lo contrario, ese país se juega nada menos que la definición de la hoja de ruta que debería, en primer lugar, mantener el dinamismo económico de la última década y profundizar, como segunda prioridad, el modelo de superación de los índices de pobreza y exclusión social que ha venido dando resultados positivos. Las propuestas de los candidatos son muy dispares, sus énfasis gubernativos también, lo que explica en buena parte que los peruanos es muy probable que se vuelquen a las urnas, no por cumplir con la obligatoriedad del voto, sino porque son conscientes de que hay mucho en juego.

Según las últimas encuestas, la candidata Keiko Fujimori tiene la primera opción de ganar en esta primera vuelta, aunque no con la suficiente ventaja para evitar un balotaje. Los sondeos la ubican al frente de las preferencias con porcentajes que promedian el 35 por ciento, mientras que el candidato que se considera cuenta con el apoyo del saliente gobierno Humala, es decir Pedro Kuczynski, y la aspirante de izquierda Victoria Mendoza libran un cerrado duelo por el segundo lugar, oscilando entre el 14 y el 17 por ciento en las distintas encuestas. Así las cosas, Fujimori dobla a sus contendores más próximos, en tanto que el resto de los competidores, incluyendo expresidentes como Alan García, no tienen mayor chance de pasar a una segunda vuelta, tras una accidentada campaña en la que, incluso, dos candidatos terminaron siendo excluidos de la puja electoral hace apenas unas semanas.

Los analistas manifiestan cierto desconcierto por la creciente popularidad de Fujimori, pues si bien ya en la pasada contienda presidencial estuvo a punto de ganarle a Humala, su actual campaña ha estado marcado por la sombra  del ‘golpe de estado’ que protagonizara su padre Alberto Fujimori, en 1992, hoy tras las rejas luego de ser condenado años atrás por corrupción y violación de derechos humanos. La posibilidad del regreso del fujimorismo ha polarizado a la población, a tal punto que en los últimos meses se realizaron frecuentes manifestaciones, unas repudiando a padre e hija, y otras exaltando las posibilidades de que ella llegue al poder. Lo cierto es que una parte mayoritaria del electorado la favorece, al parecer, por la clara distinción que ha hecho entre los postulados de su padre y los suyos, así como por su permanente afirmación democrática de respeto a la voluntad popular, como en efecto se comprobó en los pasados comicios cuando aceptó el triunfo de Humala sin peros.

El voto joven es la gran incógnita, ya que temas que para los adultos están frescos en su memoria, como los avances y retrocesos del gobierno Fujimori, la derrota casi total de grupo terrorista ‘Sendero Luminoso’ o la crisis en la que cayó el país por la conflagración bélica con Ecuador, no interesan a las juventudes, que piensan más en lo que viene que en lo pasado.

Aun así algunos análisis son menos optimistas. Por ejemplo, la prestigiosa revista The Economist  ha planteado que los comicios son una farsa, en cuanto el sistema electoral es un fiasco y ha defenestrado a varios candidatos, incluso por poco acaba con la candidatura de Fujimori. A nivel interno, por el contrario, se admite que si bien la normatividad electoral es confusa el país recorre el accidentado camino de la contienda presidencial sin incidentes que lamentar.

Lo cierto es que todos los partidos apuestan a la segunda vuelta y allí las alianzas son las que pueden darle el triunfo definitivo a Fujimori o quitárselo, en caso de que el segundo, ya sea Kuczynski o Mendoza, pueda confeccionar unas mayorías artificiales para hacerse elegir.

Perú, como se ve, se juega mucho en las urnas mañana. Si bien su economía se mantiene entre las de mayor crecimiento en la región y tiene un plan de diversificación exportadora que le permitió amortiguar con mejor margen la descolgada petrolera y minero-energética, el país requiere un nuevo aire que asegure un tránsito tranquilo en medio de un escenario internacional bastante incierto. Para que ello sea posible, el relevo presidencial debe darse dentro de los cánones normales de la competencia proselitista, sin bandazos institucionales ni políticos, pues el espejo de las crisis de Venezuela y Brasil debe servir para entender que no es tiempo de apostar por el riesgo y la aventura gubernamental.