Paz, partidos y desafíos | El Nuevo Siglo
Martes, 26 de Abril de 2016

·       La centro-derecha está dividida

·       Urge generar consenso político

 

La razón de ser de los partidos políticos radica en que son el mecanismo civilizado para tramitar la división social. Como nadie piensa exactamente igual, ni se tiene el mismo sentido en la aproximación de los problemas y sus soluciones, suele darse un consenso entre quienes observan la vida de un modo similar. Y con ello la opinión pública se escinde en dos o varias vertientes a fin de que, bajo ese mecanismo, se produzca un alineamiento de las convicciones y la movilización correspondiente al pensamiento de cada sector. Con esto, aparece el trámite democrático y a partir del núcleo conceptual de cada parte se trata de conquistar la mayor cantidad de adhesiones por parte de la sociedad.

 

Los partidos políticos son pues, y en principio, células de opinión. Y es con base en ello que puede darse un curso adecuado al disenso social. Eso es, claro está, lo que en ocasiones molesta de la política, tanto en cuanto es una fórmula para gestionar la división. Pero, siendo ella connatural al desarrollo de las cosas humanas, donde se yuxtaponen diferentes visiones y conceptos, lo ideal es que ello se verifique del mejor modo posible. Y hasta el momento no se ha inventado nada mejor para que los sectores sociales, a través de ese mecanismo de los partidos políticos, diligencien sus discrepancias y convencimientos.

 

Fue esto, ciertamente, lo que apareció una vez se cayó, en el mundo, la monarquía absoluta como sistema exclusivo y homogéneo de gobierno, hasta hoy, y ni aún los sistemas de partido único, que surgieron en el siglo XX con los totalitarismos de izquierda y derecha, pudieron superar el requerimiento social básico de que los diferentes conceptos y doctrinas ideológicas tengan la canalización social respectiva. Y que, una vez encauzadas en los partidos, puedan reclamar el derecho dirigente de gobernar con fundamento en un resultado electoral mayoritario. Inclusive, dentro de los mismos partidos suelen darse tendencias, pero por lo general se mantiene el núcleo conceptual, que es lo que a fin de cuentas soporta la vigencia de cada compartimiento ideológico. El fin último consiste, pues, en conservar unas ideas y movilizarlas a fin de lograr su aplicación a través del acceso al poder. 

 

Hay lugares donde los partidos políticos han desaparecido como canalizadores de las ideas compartidas por una mayoría o se han desdibujado porque, aun llamándose partidos, las diferencias son mínimas frente a los demás. En Colombia es claro el último fenómeno, particularmente por una acentuada división de criterios en lo que va del centro a la derecha del espectro político. No obstante, la manifestación política prevalente, sumadas las diversas vertientes, parecería ser la de la centro-derecha, de modo que las diferencias, más que en los conceptos generales, están en los énfasis. Sea del modo que fuere, lo cierto es que hay una corriente centro-derechista, por encima de los partidos que podrían calificarse de tales, así como una centro-izquierdista que también parecería situarse por encima de los partidos que podrían representar esta corriente. Pero el tema está por resolverse y todavía es difícil precaver el rumbo de la política hacia el futuro. Todo ello enmarcado, por un lado, en la postura que se tenga del proceso de paz que actualmente se adelanta en La Habana y, de otro, en la azarosa repartija de los factores de poder o en la oposición sin ningún punto de encuentro.

 

En estos días el expresidente Álvaro Uribe, jefe del Centro Democrático y de la oposición, sostuvo que si el plebiscito para refrendar la paz, prometido por el presidente Juan Manuel Santos, salía fallido, no era para terminar el proceso de paz sino para reencausarlo. Esta declaración no debería pasar desapercibida y menos para el Gobierno. Lo que más requiere el proceso de paz, muy por encima de recomposiciones ministeriales o similares, es conseguir los consensos mínimos de toda la sociedad frente al proceso de paz. Sin ellos, la llamada “recta final” será cada vez más difícil. Sabido está que la corriente centro-izquierdista es partidaria de que aquel salga avante y en ello se mantiene con el Presidente, por lo cual una representación en el gabinete es obvia. Pero el problema de Santos no está allí, sino en la honda división de la centro-derecha. Es el momento de generar unidad integral, bajo el liderazgo del Presidente, incluyendo al Centro-Democrático. Ello se vería como un viraje real mientras que lo demás podría ser calificado de simple maquillaje.