El duelo electoral
Se polariza la contienda política
Los informes de las encuestas que aparecieron el jueves de la presente semana han motivado toda suerte de sugestiones, especulaciones, análisis, cálculos electorales y suposiciones de toda índole. Lo cierto es que las cifras muestran a las claras la tensión entre la campaña del presidente Juan Manuel Santos por la reelección y la de Óscar Iván Zuluaga, por llegar al poder por el Centro Democrático. Las diferencias entre una y otra encuesta tienden al empate técnico con contadas excepciones. Lo que se nota mirando más allá de los porcentajes conocidos de votos que se atribuyen a un bando y otro, es que en las elecciones presidenciales se da una mayor libertad de los votantes, que ya no se mueven en exclusiva por la presión de los caciques regionales y locales, fuera del hecho de que el voto de opinión se manifiesta con fuerza en las grandes urbes, así la abstención siga siendo alta y el voto en blanco hacia la baja. Se nota que el alza de unos candidatos es similar a la caída de otros candidatos. Tal el caso del exalcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, quien en un momento dado aparecía en los sondeos con grandes posibilidades de pasar a segundo y por tanto dar la sorpresa en la segunda vuelta. Lo que en su momento era una posibilidad que contaba con la tendencia del voto verde, hoy parece que eso no se da y que no estará en el partidor para la segunda ronda.
Es posible que una parte de esos votos se haya ido para Zuluaga. En tanto llama la atención que la alianza de la izquierda no crezca, así cuente con una candidata tan preparada y conocida como Clara López Obregón, quien logró sobrevivir la conmoción del Polo por la caída de la alcaldía de Bogotá de Samuel Moreno Rojas. Se suponía que la alianza con la señora Avella, quien regresaba del exilio y cuenta con el apoyo de sectores radicales de la izquierda, podría tornarse en una suerte de frente popular que recogiese el descontento que en todas partes existe contra los gobiernos de centro como el actual. No ha sido así, los descontentos de la izquierda hasta el momento no parecen contar con una gran cauda electoral fuera de Bogotá. Eso se explica en parte, por los logros del Gobierno en lo económico, el aumento de la inversión extranjera, el descenso del desempleo, en especial del gran número de colombianos que han salido de la pobreza extrema. Es verdad que se dan protestas en las calles, algunas de ellas de sindicatos que representan a sectores que están en la burocracia oficial. Es cierto que los agricultores y los campesinos están en paro, así como solicitan que les condonen las deudas y les den mayores subsidios. Lo que indica que los sectores que están en la protesta no son aquellos que Carlos Marx calificaba de lumpen proletario, ni son los de las barriadas en donde malviven los que han caído en la mendicidad y la enfermedad por cuenta de la droga. Los colombianos viven hoy mejor que ayer. El nivel de vida aumenta, sin olvidar que existen aún enormes abismos de desigualdad que es dado superar por medio del desarrollo, en particular de la periferia del país donde está la mayor riqueza sin explotar e impera la ley de la jungla.
La polarización afecta a todas las candidaturas distintas de las dos que se preparan para batirse en la segunda vuelta. Es cierto, también, que en otros países de la región como Costa Rica y Panamá, las encuestas fueron un fiasco y perdieron. En Costa Rica el candidato del oficialismo de centro-izquierda se retiró y le dejó el campo a un populista. En Panamá, las encuestas tenían por seguro que ganaría el candidato oficial, que se daba el lujo de llevar como compañera de fórmula a la esposa del presidente Martinelli. El candidato conservador, quien ganó las elecciones, figuraba de último en todos los sondeos y triunfó. Lo que indica que las encuestas suelen equivocarse si no se hacen dentro de los parámetros modernos, de corte matemático psicopolítico para auscultar la opinión.
En la contienda electoral actual no se juzga al Gobierno por sus acciones y hechos positivos, pareciera que ese tema ha pasado a segundo plano. Lo que se ha formado en el país son dos partidos por encima de las corrientes políticas tradicionales que tienen dos visiones de cómo se alcanza la paz. No lo dicen unos pero están por la guerra. Otros entienden que la paz es positiva si la hacen en su gobierno. Así que de alguna manera ese duelo se trasladó a la disputa electoral.