París, cita por la supervivencia | El Nuevo Siglo
Lunes, 30 de Noviembre de 2015

El cambio climático, enemigo mundial

Acuerdo debe ser vinculante y ambicioso

 

El destino de la raza humana depende, en parte, del alcance del acuerdo sobre reducción del calentamiento global que salga de la Conferencia de las Partes (COP 21) sobre Cambio Climático que hoy arranca en París. No se trata de una sentencia exagerada.

 

Todo lo contrario, si los 195 países que participan de la cumbre no llegan a un pacto vinculante sobre las metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, que lleven a una disminución efectiva de la temperatura planetaria en dos grados centígrados, la supervivencia misma del hombre como especie predominante en el mundo estará en peligro. De allí que, como lo advirtiera uno de los análisis centrales de nuestra edición dominical, si hay algo que el cónclave en Francia no se puede permitir es, precisamente, un fracaso en la tarea de alcanzar ese acuerdo y que el mismo tenga carácter de obligatorio para todas las naciones, especialmente para aquellas que como China, Estados Unidos, India o la misma Unión Europea, son las mayores responsables de emisiones de gases contaminantes.

 

 

En la antesala de la Conferencia no hay certeza sobre cuál será el verdadero nivel de compromiso que están dispuestos a asumir los países. Los anuncios previos sobre las metas nacionales de disminución de gases de efecto invernadero son muy disímiles.

 

No pocos expertos sostienen que así como hay estados muy ambiciosos en sus objetivos de combatir las prácticas industriales, productivas, agrícolas, de consumo y sociales, entre otras, que generan el calentamiento global, la cautela y prevenciones al respecto expresadas por las grandes potencias económicas e industrializadas no dejan prosperar un pronóstico optimista sobre lo que pueda salir de París.

 

 

Es evidente que siendo ahora más palpable el peligroso efecto del cambio climático en todo el planeta y terminando un 2015 que apunta a convertirse en el año más caliente de la historia, la conciencia mundial respecto a que es inaplazable combatir este fenómeno debe llevar a tomar medidas concretas y obligatorias que superen con creces los mandatos del Protocolo Kioto y de la Cumbre de Copenhague. Es claro que las variaciones en el mapa geopolítico registradas en los últimos 20 años, así como la presión mundial a las grandes potencias como Estados Unidos o China, responsables de 40 por ciento de las emisiones de gases contaminantes, se pondrán a prueba en la capital francesa. La paradoja es tal que así el 90 por ciento de los países acepten que el acuerdo tenga carácter vinculante, si el 10 por ciento de naciones se opone y en este porcentaje figuran precisamente las más contaminantes, todo pacto será casi que inútil.

 

 

Por ejemplo, para Colombia el nuevo norte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que data de 1992 y es la base de Kioto, Copenhague y ahora de París, es primordial e importante. Aunque nuestra nación apenas sí es responsable del 0,66 por ciento de los gases de efecto invernadero que se emiten en el planeta, es el segundo país en todo el mundo -después de Honduras- más vulnerable a los efectos lesivos del calentamiento global. Las variaciones anormales en los ciclos de temperaturas, una mayor cantidad de inundaciones o desertificación de suelos, la erosión costera o la consecuente afectación de nuestra riqueza en flora y fauna son efectos ya verificables del calentamiento global en nuestro país.

 

 

Visto todo lo anterior se entiende por qué es clave que en París no se produzca una nueva decepción. El acuerdo resultante debería apuntar al compromiso de una reducción global de la temperatura en dos grados. Lo mismo que debe concretarse un cronograma estricto sobre el flujo de los millonarios recursos de cooperación y compensación Norte-sur para la financiación de modelos de desarrollo sostenibles ambientalmente. Si las grandes potencias ven el acuerdo de París como una camisa de fuerza a sus economías y sistemas productivos, poco se podrá avanzar respecto a Kioto y Copenhague. La vieja diferenciación entre “países desarrollados” y “en vías de desarrollo” se presenta, ante el deterioro mundial generado por el cambio climático, como arcaica y desueta. De allí, entonces, que no pocos expertos consideren que ahora la premisa en materia de mayores esfuerzos ambientales debe basarse en la clasificación de países más o menos contaminantes, o incluso de naciones más o menos vulnerables al calentamiento global.

 

 

Se entiende, entonces, que no es poco lo que está en juego en la Conferencia COP 21. Si no hay un acuerdo base vinculante y ambicioso para mitigar los efectos del cambio climático, los escenarios apocalípticos que las películas solían mostrar sobre los cataclismos podrían convertirse en pocos años en trágicas realidades en muchas partes del globo.