- Las estadísticas sanitarias bajo la lupa
- Virus inédito, cuantificación variable
A medida que algunos continentes como Asia y Europa empiezan a dejar atrás poco a poco el impacto de la pandemia del Covid-19, en tanto el epicentro se traslada a América Latina, después de haber golpeado de forma grave a Estados Unidos y, en menor escala, a Canadá, el debate sobre la realidad de las cifras en cuanto a contagiados, fallecimientos y recuperados toma más vuelo.
No es una controversia fácil de dilucidar. De hecho Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, el país más afectado por este coronavirus en Latinoamérica, al sumar más de 600 mil contagios y 35 mil decesos, decidió variar la semana pasada la matriz de información oficial sobre la pandemia. Determinó, de un lado, informar sólo los casos de infecciones y muertes de las últimas 24 horas en tanto haya total certeza alrededor de esos dos indicadores. En segundo término, los reportes oficiales no dieron cuenta del total de víctimas mortales ni pacientes con el virus a lo largo de la pandemia. Igualmente, bajo la figura del “Marcador de vida”, la información estatal privilegió la variable de pacientes recuperados antes que la de tasa de letalidad.
De acuerdo con el mandatario brasileño la divulgación total de las estadísticas "no retrata el momento del país", ya que los estados regionales estarían incluyendo casos en donde no hay comprobación científica de la causa real de las muertes atribuidas al virus. Como era apenas obvio, la decisión gubernamental generó una polémica de marca mayor, en la que los contradictores de Bolsonaro lo acusaron de querer esconder la grave realidad de una crisis sanitaria que él minimizó y hoy tiene al gigante suramericano en la peor tragedia de las últimas décadas. La controversia pasó ayer a instancias judiciales pero ya en la noche el Gobierno reversó y publicó todos los datos de la pandemia.
Más allá de las particularidades de la polémica en Brasil lo cierto es que el debate en torno a la realidad de las estadísticas sobre la pandemia viene tomando vuelo en todo el planeta. De hecho, la postura firme de Estados Unidos y varios países europeos cuestionando a China y a la Organización Mundial de la Salud por el manejo dado al brote en Wuhan, su origen y la cifra real de muertos y contagiados, llevó a Pekín no solo a ‘recalcular’ semanas después al alza estas dos variables sino que dio pie a una investigación internacional al respecto.
Ya en el campo estrictamente epidemiológico las polémicas son más agudas. Por ejemplo, si bien hasta ayer la pandemia sumaba más de 6,8 millones de contagios y alrededor de 400 mil muertes a nivel global, no pocos expertos sostienen que considerar que más del 50 por ciento de esos pacientes se recuperaron y el resto son casos activos, termina siendo inexacto ¿La razón? Siendo un virus que en ocho de cada diez casos se presenta como asintomático, es lógico que la cantidad de personas que se infectaron y lo superaron sin darse cuenta es sustancialmente mayor.
A ello se suman las dudas sobre esas 400 mil muertes que se atribuyen al Covid-19. Algunos estudios epidemiológicos advierten que muchos países incluyeron tanto los casos completamente confirmados como los “probables” o “sospechosos”, sin esperar a más comprobaciones forenses debido a la urgencia de cremar o sepultar rápidamente los cadáveres. También hay expertos que cuestionan la utilización del indicador de “sobremortalidad” en varias naciones. Se trata de un método que compara las estadísticas de fallecimientos del año pasado con las de este año paralelas a la pandemia, aduciendo que el aumento de decesos por causa indeterminada, sobre todo los ocurridos en lugares distintos a hospitales, pudo ser un efecto directo de la pandemia, ya sea porque las personas se infectaron y murieron rápidamente, o porque padecían otras patologías y no acudieron a las clínicas por temor a contagiarse o estas estaban congestionadas por Covid-19.
Igual continúa el debate en torno a si muchas muertes que inicialmente se atribuyeron a “neumonías atípicas” fueron causadas por este coronavirus, incluso antes de que se declarara la emergencia en Wuhan. Y, como si lo anterior fuera poco, varios análisis médicos advierten que víctimas mortales que al comienzo se atribuyeron a esta pandemia, bajo la hipótesis de que atacaba primero el sistema respiratorio (un diagnóstico ya replanteado), pudieron haber muerto por otro tipo de comorbilidades preexistentes y no como causa directa del virus.
Para aterrizar el delicado tema en Colombia, baste con decir que la Universidad del Rosario publicó días atrás un estudio que afirma que el primer caso del virus no se dio en marzo en Bogotá, sino en otras ciudades en febrero. Es más, hasta ayer el 75,93% de los casos de contagio en nuestro país estaban “en estudio”.
Como se ve, la realidad del impacto del inédito Covid-19, sobre el que todos los días se conocen más informaciones, todavía está por establecerse. Las estadísticas sobre contagios, decesos y recuperados, entonces, terminan siendo relativas. Y a ello se suma que países con regímenes autoritarios, como Venezuela o Nicaragua, simple y llanamente esconden su realidad sanitaria.