- Inexorable ruta suicida de la humanidad
- Lejos de las metas del Acuerdo de París
Mientras que todo el planeta se encuentra en estado de alerta para contener la expansión y los efectos de la epidemia del coronavirus, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) reveló ayer su informe anual sobre el “Estado del Clima” 2019 y, de nuevo, dio un campanazo muy duro sobre el aumento de los efectos lesivos del calentamiento global.
El pronóstico es alarmante desde todo punto de vista al confirmar que el cambio climático se profundiza cada día más y así lo evidencian fenómenos tales como el aumento del contenido calorífico de los océanos y de la tierra, la aceleración de la subida del nivel del mar y la fusión de los hielos. Todo lo cual tiene una repercusión directa y creciente en el desarrollo socioeconómico, la salud de los habitantes de los territorios impactados, los flujos migratorios y desplazamientos poblacionales, así como en la seguridad alimentaria y los ecosistemas terrestres y marinos.
La OMM reconfirma lo que ya se había advertido en la última Conferencia de las Partes (COP) en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se realizó en diciembre, en España: el 2019 fue el segundo año más cálido del que se tienen datos desde que se realizan mediciones instrumentales. Pero ello no termina siendo lo más grave: evidenciando que estamos ante una tendencia irreversible, el reporte recalca que el quinquenio 2015-2019 comprende los cinco años con temperaturas más altas de la historia reciente y que igual ocurre con la década que está terminando.
De manera muy puntual el reporte señala que 2019 terminó con una temperatura media mundial 1,1 °C por encima de los niveles preindustriales estimados, un indicador superado únicamente por el récord de 2016, cuando un episodio muy intenso del fenómeno de “El Niño” agravó el aumento de la temperatura media planetaria.
No es un diagnóstico que se puede obviar, minimizarse o supeditarlo a la desgastada tesis de los negacionistas. Sus conclusiones provienen de múltiples fuentes de información y análisis que van desde los servicios meteorológicos e hidrológicos nacionales y expertos internacionales de primer orden hasta las más prestantes instituciones científicas y organismos de las Naciones Unidas.
Visto todo lo anterior queda claro que el mundo continúa en su lento pero progresivo camino hacia la generación de condiciones que hacen cada día más difícil asegurar la supervivencia de la humanidad. Los efectos del cambio climático resultan irreversibles y las políticas de adaptación a sus consecuencias van perdiendo margen de efectividad a medida que las causas del calentamiento global se profundizan. Como bien se concluyó en diciembre pasado en Madrid: hoy por hoy se está muy lejos de cumplir con los objetivos del Acuerdo de París en cuanto a limitar el aumento de la temperatura a 1,5 o 2 °C en las próximas décadas.
También resulta evidente que mientras las grandes potencias, que son a su vez las mayores emisoras de gases de efecto invernadero, no se comprometan a cumplir sus respectivas metas de reducción, los esfuerzos que haga el resto de países resultan claramente insuficientes, con el agravante de que las consecuencias que hoy se sienten en todo el planeta en cuanto a cambio climático seguirán afectando con mayor rigor a las poblaciones más pobres y con menor capacidad de adaptación a las condiciones progresivamente hostiles de su entorno, como lo son periodos más drásticos de sequías y lluvias, alteración en los ciclos y productividad de cosechas, aumento sustancial de tragedias naturales e incremento de la brecha socioeconómica con los nichos poblacionales que, por su nivel de recursos y asistencia estatal, sí pueden maniobrar para amortiguar los efectos lesivos del cambio climático.
Como no pocas veces lo hemos advertido en estas páginas, Colombia es uno de los países con mayor nivel de vulnerabilidad ante el cambio climático. Por ejemplo, las actuales emergencias por niveles altos de contaminación del aire en ciudades como Bogotá y Medellín son producto directo e indirecto de fenómenos asociados al calentamiento global como la polución y la ola de incendios forestales en el país e incluso en Venezuela. Paradójicamente, nuestra nación se muestra como una de las más comprometidas en la activación de políticas de sostenibilidad ambiental para cumplir con sus metas de reducción de emisión de gases contaminantes a 2030 y las décadas subsiguientes.
La humanidad, en una afirmación que años atrás era tachada de apocalíptica y exagerada pero hoy ya no tanto, camina por una especie de sendero suicida. El informe de la OMM es claro: dado que las concentraciones de gases de efecto invernadero no dejan de aumentar, el calentamiento proseguirá, por lo que es probable que en los próximos cinco años se produzca un nuevo récord de temperatura mundial anual. De hecho enero de 2020 fue ya el mes más caliente en la historia. Frente a todo ello la pregunta es una sola: ¿este nuevo campanazo sí tendrá algún efecto?