* Estudian mantener recorte de oferta hasta 2021
* Colombia será impactada por lo que se decida
La Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) se ha convertido en el mejor termómetro de la pandemia del Covid-19. Cuando se percibe que en alguna parte del planeta el coronavirus y los confinamientos empiezan a ceder, inmediatamente el ente que reúne a varios de los principales productores mundiales de crudo libera cantidades adicionales de este al mercado. Cuando, por el contrario (como está sucediendo en estos días) se ensombrecen las perspectivas de la demanda de los hidrocarburos y se proyecta que habrá rebrotes del virus y nuevas restricciones poblacionales en distintas naciones, la asociación entra a considerar nuevos recortes a la oferta mundial del llamado ‘oro negro’.
Cuando se registró al momento más álgido de la crisis del coronavirus en el segundo trimestre del año en curso y los precios del crudo se derrumbaron a niveles insospechados, la OPEP, con el concurso de Rusia, acordó una reducción sin precedentes en las cuotas de petróleo que los participantes en este pacto podían colocar en el mercado. Una disminución que, con ajustes técnicos de última hora, llegó a los nueve millones de barriles por día (cerca de un 9 por ciento de la demanda mundial en épocas de normalidad).
Al decir de los expertos, esta restricción en la oferta rescató mal que bien el precio internacional del crudo que venía en picada en ese momento, poniéndose incluso por debajo de los veinte dólares el barril. Y evitó, de paso, una peligrosa guerra comercial entre los principales productores de hidrocarburos. Hasta los Estados Unidos, enemigo acérrimo de la OPEP, abogó para que no que no se desatara una competencia drástica de precios entre Moscú y Arabia Saudita en esa difícil coyuntura, que hubiera resultado catastrófica para la industria petrolera de la potencia norteamericana.
Las restricciones de la oferta que se acordaron en el seno de la OPEP en aquel entonces tienen vigencia hasta el 31 de diciembre del 2020. Sin embargo, ante la debilidad de la demanda de combustibles fósiles que aún perdura y como consecuencia de los rebrotes del coronavirus y los reconfinamientos (totales o parciales) en Europa y otras latitudes, en donde están los principales países consumidores, la OPEP más Rusia han advertido que sería prematuro levantar al terminar este año las limitaciones consensuadas desde el primer semestre. La mayoría, sino la totalidad de países miembro de la rectora global petrolera, considera que sería suicida en estas circunstancias inyectarle abruptamente nueve millones de barriles diarios adicionales a un mercado que aún no muestra síntomas de recuperación sólida.
Todo lo anterior explica por qué la OPEP y Rusia están adelantando frenéticas negociaciones con el propósito prorrogar hasta la finalización del primer trimestre de 2021 el recorte de la oferta y evitar a toda costa el riesgo de una calamitosa guerra de precios.
Siendo evidente que las economías y gobiernos de todo el orbe quieren vislumbrar cuáles son las perspectivas de duración y profundidad de la pandemia y sus efectos sobre la demanda agregada mundial, resulta una buena guía mirar las decisiones que está tomando la OPEP en estos momentos. Decisiones que, por lo demás, no son indiferentes para Colombia, ya que, es bueno recordarlo, una mayor oferta o demanda de hidrocarburos marca la pauta de los precios Brent, referencia con la cual se cotiza nuestro crudo de exportación.
De igual manera, para nadie es un secreto que el país se encuentra por estos días realizando fuertes movimientos en el frente petrolero, tanto por la salida al mercado de nuevos bloques de explotación y exploración -incluso costa afuera-, como por la autorización de los pilotos para que en 2021 se puedan iniciar las operaciones de cuatro pozos experimentales de fracking. Ambas medidas son determinantes para un país que hoy está produciendo, según el último reporte del Ministerio de Minas y Energía, 751.374 barriles de crudo al día, un 15 por ciento menos que en octubre de 2019. Si bien es cierto que Colombia ha ido aumentando en los últimos años la matriz de generación de energías limpias, todavía depende en gran parte de los combustibles fósiles, que son además una de las principales fuentes de divisas e impuestos así como el principal aportante a los billonarios presupuestos de las regalías. Estos recursos, debido a la crisis de los fiscos departamentales y municipales por el clima recesivo derivado de la pandemia, se han convertido en la única tabla de salvación para que gobernaciones y alcaldías puedan realizar inversión social.
Habrá que esperar, entonces, qué decisión toman la OPEP y Rusia respecto a mantener el recorte de la oferta hasta el próximo año y, según el rumbo que se señale, será posible también vislumbrar cuál es el futuro inmediato de la pandemia y cómo va la recuperación económica global.