Se volvió a asomar la violencia en el fútbol colombiano. Lo ocurrido el fin de semana en los partidos entre Medellín y Nacional, así como entre Cali y Junior, que no se pudieron terminar debido a intentos de invasión al terreno de juego y de agresión contra el cuerpo arbitral, prende alarmas.
El solo hecho de que los encuentros no se hayan podido terminar debido a falta de garantías es muy grave. Este año ya se habían presentado otros casos en distintos estadios en donde los desadaptados se metieron al terreno de juego, pelearon en las gradas e incluso trataron de afectar a los jugadores y árbitros.
Las imágenes de los disturbios en las tribunas, riñas entre hinchas, enfrentamientos con la Fuerza Pública y de los deportistas, técnicos y jueces teniendo que salir corriendo o escoltados por los uniformados, tanto del campo de juego como de las instalaciones de los estadios, se están registrando con más frecuencia.
Si bien es cierto que será la Comisión de Disciplina y Castigo, de la Dimayor, la que tendrá que tomar las medidas del caso e imponer las sanciones a los estadios y clubes, la respuesta institucional debe ir más allá. Se requieren medidas de más fondo y contundencia, las mismas que en años anteriores se anunciaron, pero que, en el día a día, poco se aplican.
La carnetización de los hinchas es una prioridad. También urge una reacción más rápida y eficaz por parte de las autoridades para identificar y neutralizar a quienes protagonizan los desórdenes. De igual manera, se hace necesario que los jueces sean más estrictos con esta clase de delitos contra la convivencia ciudadana.
A hoy no se sabe en qué quedaron las medidas que prohibía a los clubes apoyar a barras que incurrieran en actos violentos ni siquiera regalándoles boletería. Lo cierto es que en la mayoría de los estadios se ven a las mismas barras jornada tras jornada y, por lo general, son las que generan los problemas dentro y fuera de los escenarios.
Por otra parte, está el flanco típicamente de afectación deportiva. Todos los partidos son importantes y requieren un estándar de seguridad adecuado, pero es claro que cuando se trata de encuentros decisivos para clasificación a la gran final es imperativo redoblar los operativos, dado el pico de apasionamiento de las hinchadas y el riesgo mayor de actos violentos.