* Preocupa que se haya detenido tendencia a la baja
* Máxima cautela del Emisor con tasas de interés
El estancamiento de la tendencia a la baja de la inflación en Colombia en mayo pasado prende, sin duda alguna, una alerta temprana sobre lo que será el rumbo del costo de vida en el resto de 2024. Si bien es cierto que el indicador anualizado se ubicó en 7,16 %, el mismo que en abril, preocupa que, por primera vez en trece meses, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) no disminuyó.
Hay dos formas de analizar esta cifra. De un lado, resulta positivo que la inflación en el quinto mes haya crecido apenas 0,43 %, que es el resultado más bajo del año, lo que indica que la política contracíclica que viene aplicando el Banco de la República sigue funcionando para evitar un repunte de la carestía, que en marzo del año pasado se ubicó en un impactante 13,34 %.
Para algunos analistas, incluso, lo ocurrido en mayo es un tema estacionario muy puntual y se espera que en junio se vuelva a la senda del abaratamiento del costo de vida.
En cuanto al lado complicado, es claro que el estancamiento de la caída inflacionaria complica la posibilidad de llegar a diciembre a la meta de 5,5 % que se fijó el Emisor al comienzo de este año. También preocupa el leve repunte en el valor de los alimentos, que se relaciona con el impacto de la última fase del fenómeno del Niño sobre algunos cultivos, como la papa, por ejemplo. De igual manera, hay alertas sobre rubros como las tarifas de los servicios públicos, los cánones de arriendo, algunos costos educativos, restaurantes y bebidas alcohólicas, entre otros.
Visto todo lo anterior, resulta evidente que se requiere actuar con suma cautela en materia macro y microeconómica. De entrada, se espera que el acuerdo recién anunciado para aliviar el costo de las tarifas de energía ayude a contener la presión de este rubro en el costo de la canasta familiar.
Sin embargo, gremios y analistas advierten en el horizonte cercano otras circunstancias que podrían impactar el valor de los productos, bienes y servicios. Por un lado, es inminente una nueva alza en los peajes. De otro, en medio de la crisis en el flujo de caja y el apretón presupuestal de 20 billones de pesos que el Gobierno se vio obligado a aplicar a raíz de la caída drástica en los ingresos tributarios, ya se anunció un reajuste en el precio del diésel para los grandes consumidores de este combustible. Esto tendrá, inevitablemente, un coletazo en el costo de vida. Igual ocurriría con las consecuencias que pueda tener sobre la producción agropecuaria el fenómeno climático de La Niña que ya está en plena gestación.
Así las cosas, la posibilidad de que el Banco de la República aplique una nueva rebaja en sus tasas de interés de referencia, hoy ubicadas en un 11,75 %, en la reunión que sostendrá el 28 de este mes, podría complicarse. Como se sabe el Emisor, por más presiones que reciba, en especial de instancias gubernamentales, prefiere actuar con cautela para evitar que la carestía vuelva a asomar. Es más, para quienes ven en las decisiones de la Reserva Federal estadounidense un indicador a tener en cuenta en Colombia, debe señalarse que, precisamente esta semana, aunque se informó que la inflación de mayo se redujo más allá de lo esperado, las tasas de interés no se movieron.
Nuestro país, no hay que perderlo de vista, continúa teniendo una de las tasas de inflación más altas del subcontinente, obviamente sin punto de comparación con los casos atípicos de Venezuela y Argentina, que están por encima del 60 %.
En ese orden de ideas, se espera que el Gobierno maniobre para disminuir al máximo las presiones inflacionarias en el segundo semestre. Hay campos en donde tiene margen para actuar. No puede limitarse exclusivamente a urgir al Emisor abaratar el costo del dinero. Por el contrario, como hemos reiterado en estas páginas, se necesita la implementación de un plan de choque para reactivar la economía. Con pronósticos de crecimiento que, como lo recalculara a la baja esta semana el Banco Mundial, no pasan del 1,3 %, es imposible que el aparato productivo retome un dinamismo suficiente y permanente para que las empresas recuperen ritmo, se impulse la creación de empleo, el consumo, el comercio y la industria dejen atrás sus números rojos y, finalmente, la población recupere el poder adquisitivo que la inflación les menguó tras una de las escaladas del costo de vida más drásticas de la última década.