*Implicaciones de hipótesis sobre un copiloto suicida
*Seguridad bajo lupa por tres hechos graves en un año
Estupefacción, miedo, terror, incredulidad… Esas y muchas otras eran las sensaciones que ayer afloraban en todo el mundo al conocer la hipótesis de la fiscalía francesa según la cual el fatal accidente del avión Airbus A320 de Germanwings que se estrelló el lunes en los Alpes, fue causado de manera deliberada por el copiloto de la aeronave.
“La interpretación más verosímil es que el copiloto, voluntariamente, rehusó abrir la puerta de la cabina al comandante de abordo y accionó el botón de pérdida de altitud, por una razón que ignoramos totalmente, pero que puede analizarse como una voluntad de destruir el avión", admitió ayer el fiscal de Marsella, Brice Robin, quien está a cargo de la investigación de esta catástrofe que dejó más de 150 víctimas, entre tripulación y pasajeros, entre ellos dos colombianos. La grave afirmación está basada en el análisis de los audios grabados por las cajas negras del avión, en los cuales se evidencia que el vuelo cumplía sin mayor novedad la ruta entre Barcelona y Düsseldorf (Alemania), hasta que el piloto salió de la cabina para ir al baño, pero cuando trató de ingresar de nuevo, el copiloto no le abrió y, por el contrario, de manera consciente maniobró para que la aeronave perdiera altura y se terminara estrellando contra la zona montañosa, sin importarle los llamados aterrados del capitán para que le abriera la puerta ni tampoco los gritos de los pasajeros al percatarse de la inminente colisión.
Si bien ayer al caer la noche en territorio europeo las autoridades no habían catalogado el accidente como “atentado terrorista”, lo cierto es que lo ocurrido con el copiloto prendió de inmediato las alarmas en todo el mundo. Aunque empezaron a circular hipótesis sobre un desorden mental del copiloto que lo llevó al suicidio, también se especuló sobre una acción kamikaze de un creyente del islamismo radical, que pudo haberse inmolado para atacar ‘objetivos occidentales’. Sin embargo, hasta el momento lo único claro es que el copiloto, cuyas viviendas y comunicaciones ayer fueron objeto de pesquisas en busca de algún elemento sospechoso, estrelló conscientemente el avión, sin saberse por qué.
Basados sólo en este último hecho, varias compañías aéreas europeas cambiaron de inmediato sus reglas de seguridad sobre el acceso a la cabina, que se habían modificado desde los secuestros de los aviones con que se perpetraron los atentados terroristas del 11-S en Estados Unidos. En adelante, siempre deberán quedar, como mínimo, dos personas en la cabina y habrá mecanismos de emergencia para que la tripulación pueda abrir la puerta desde el exterior en caso de una emergencia.
Es obvio que hechos como el ocurrido en los Alpes franceses ponen de nuevo bajo la lupa la seguridad del transporte aéreo, no por la confiabilidad técnica de las aeronaves y la infraestructura de la industria, sino por la vulnerabilidad del mismo.
Si bien estadísticamente continúa siendo la modalidad de movilización de pasajeros y carga con menos índice de accidentalidad a escala mundial, tres hechos han marcado la industria aeronáutica en el último año. Primero, la insólita desaparición de un avión de Malaysia Airlines que cubría la ruta de Kuala Lumpur a Pekín, sin que hasta el momento se sepa qué pasó con sus 239 pasajeros y tripulantes. Todas las operaciones de búsqueda con la más alta tecnología disponible y todas las hipótesis estudiadas han resultado fallidas. Luego el caso de otra aeronave de la misma aerolínea que fue derribada por un misil al este de Ucrania, muriendo 298 personas. Y ahora lo ocurrido en los Alpes franceses, cuyas características no tienen antecedentes, pues ya no se trata, como pasó en el 11-S, de apoderarse de un avión comercial en pleno vuelo y utilizarlo, al estilo de un misil, para atacar un blanco de mayor dimensión en tierra firme, sino de una acción deliberada para asumir el mando de una aeronave y estrellarla con la intención de asesinar a todos sus ocupantes. La gran diferencia radica en que los primeros ataques provinieron de agentes externos a la tripulación y este último de un integrante de la misma. En otras palabras, el causante de la tragedia, más allá de que sea o no un acto terrorista, era interno.
Sin importar la dirección de las pesquisas en el caso de los Alpes franceses, es claro que a partir de la hipótesis de un copiloto suicida la industria aérea debe cambiar y proyectar medidas de prevención ante la aparición de un nuevo y peligroso factor de riesgo y vulnerabilidad. Un nuevo enemigo.