Lunes, 20 de Junio de 2016
*De la formulación teórica a la práctica
*Menú de ajustes al modelo productivo
¿Podrá Colombia tener en el corto plazo una “Nueva economía”? Esa es la pregunta que está sobre el escenario luego de que la semana pasada el Gobierno presentara oficialmente, en el Foro Económico Mundial, capítulo Latinoamérica, celebrado en Medellín, las que deben ser las bases y enfoques de ese modelo productivo que se impone ahora en el horizonte nacional debido a que está visto que la dependencia de las finanzas públicas y privadas del sector de hidrocarburos y minero-energético tiene que ser replanteada, no solo porque las reservas de recursos naturales no renovables tienen un límite cada vez más cercano, sino porque la bonanza en materia de precios que hubo en la última década y media no volverá a presentarse.
En ese orden de ideas, es necesario poner el acelerador a la construcción de ese nuevo modelo económico que, como ocurre en muchas potencias consolidadas o emergentes, se basa preferencialmente en una competitividad real y rentable en los rubros de industria, agricultura, turismo, innovación y valores agregados a las materias primas y procesadas. Un viraje que exige, como una de sus columnas vertebrales, que la reconversión del modelo productivo esté enfocada en una coordinación de esfuerzos entre los sectores público y privado, basado en una interacción moderna, un marco de seguridad jurídica que garantice la estabilidad de la inversión a corto, mediano y largo plazos, y que, sin duda alguna, impone que los apoyos se dirijan a todas las actividades que son intensivas en mano de obra, generan valores agregados en las cadenas de negocio y conquistan mercados a nivel local e internacional. Igualmente se requiere que las políticas de desarrollo industrial, comercial, de servicios, agrícola y de modernización tecnológica apunten a fortalecer la mediana y pequeña empresa, pues es allí en donde la “Nueva economía” tiene su principal escenario de evolución.
Sin embargo, la formulación de la estrategia tiene varios peros. De un lado, están quienes consideran que, en el papel, está bien enfocada pero que llevarla a la práctica no solo demandará por lo menos una década, sino que hablar de diversificación productiva y exportadora tiene como principal obstáculo que la economía mundial vive al vaivén de circunstancias imprevisibles. Prueba de ello es que hace tres años nadie pronosticaba una descolgada de los precios del petróleo y toda la cadena minero-energética como la registrada desde mediados de 2014, cuando el barril de crudo se encontraba en 100 dólares pero en enero de este año llegó a temerse que se ubicara por debajo de los 20 dólares.
Otra de las preocupaciones que surgen sobre la viabilidad de la “Nueva economía” va dirigida a que, en realidad, no se trata de una formulación revolucionaria, pues muchos de sus componentes han sido mencionados como las columnas vertebrales de estrategias puestas en marcha una o dos décadas atrás, en especial cuando la economía se empezó a globalizar y los tratados de libre comercio entre naciones o bloques de estas comenzaron a imponerse dentro del llamado “nuevo orden” productivo mundial.
Desarrollar las pymes y mipymes y enfocar en ellas las políticas industriales, comerciales, de servicios, turísticas, innovadoras y, sobre todo, agrícolas, en realidad, hacen parte de los últimos planes de desarrollo nacionales a lo largo de cuatro o cinco gobiernos, sin que ello signifique que se hayan concretado esos postulados.
Tampoco faltan los analistas que sostienen que no se trata de acabar con un nicho minero-energético y enfocarse en otros alternativos, pues quiérase o no la dependencia de las divisas, impuestos, regalías y del efecto dinamizador que tiene este en el sector real de la economía, no puede cortarse de tajo. Se impone, por el contrario, una armonización entre el desarrollo de los viejos y nuevos esquemas, sobre todo porque por más que hoy se hable de modelos de “economía verde” y sostenible, a la hora de la verdad las mayores potencias mundiales lo son, también, en las industrias extractivas de recursos naturales no renovables.
En ese orden de ideas, el debate sobre el grado real de viabilidad de una “Nueva economía” pasa no tanto por la formulación teórica de sus componentes, sino por la implementación de los mismos. Y para ello lo primero que debe entenderse es que poner como prioridad este o aquel modelo productivo y de desarrollo exige darle toda la prioridad presupuestal y de acción política de Estado a mediano y largo plazos, algo que en Colombia es difícil, pues las coyunturas y problemáticas sobrevinientes suelen imponer las medidas cortoplacistas e incluso asistencialistas.
Lo importante, en todo caso, es abrir el debate para vislumbrar si, de una vez por todas, se pasa del papel a la práctica.