Se ve a todas luces que el presidente Gustavo Petro es altamente sensible a las encuestas. Y si salen bastante mal, como suele ocurrir, pues habrá la manera de darse un baño de autoestima, contratando cualquier sondeo que le presente índices favorables. Parecería, pues, la fórmula a mano para superar la melancolía.
Como ahora salió alguna encuesta, precisamente financiada por la Casa de Nariño, con una repentina imagen positiva, cuando todas las independientes, por el contrario, muestran abultados rubros de desaprobación, el primer mandatario anda feliz. Y, claro, no era dable esperar a publicar un comunicado oficial con semejante resultado que sirve para darse pomada y lograr un tratamiento exprés al magullamiento del ego. A fin de cuentas, era para eso. Todavía más cuando, de otra parte, así se cree contradecir las espontáneas y constantes rechiflas que se han venido sucediendo naturalmente en los estadios del país contra el jefe de Estado y el tono frío con que lo recibe el auditorio en aquellas citas a las que finalmente accede a ir.
Según es fácil recordar, una de las prolongadas y homogéneas protestas se dio recientemente, antes de iniciarse el histórico partido entre Colombia y Brasil, en el cual Lucho Díaz se consagró, además, como goleador y emblema de la libertad nacional después del secuestro de su padre por parte del Eln. Por supuesto la reacción popular nada tuvo que ver con la presencia de la hija del presidente, en algún palco preferencial, que seguramente muy pocos detectaron. Los sorpresivos y unánimes cánticos de “fuera Petro” iban, desde luego, no dirigidos a ningún familiar, sino directamente a oídos presidenciales, para lo cual bastó la gigantesca caja de resonancia de un evento de esa magnitud sin necesidad de intermediario, ni sondeo alguno.
La contraencuesta de ahora, por decirlo así, indicaría, de otro lado, que los colombianos también andan felices con la quiebra de la economía, la inseguridad reinante, el desmayo de la autoridad, la asfixia del bolsillo, los cortoscircuitos y anarquía gubernamentales y, en fin, tantas variables negativas que han debido enfrentar en este año para el olvido. Y por igual parecería que sonríen de contento de ver al primer mandatario tomar los ingentes vuelos internacionales que tanto han servido para traer resultados concretos al país. No de otra manera se entendería que pueda llegarse a una imagen positiva, salvo porque, como se dijo, la nación también ande abrumada de felicidad con la debacle.
Bajo esa lectura, solo faltaba, por descontado, que el presidente pusiera sobre el tapete el tema que en realidad lo mueve. En vista de que, al menos bajo las cláusulas actuales no puede reelegirse, dejar entonces y aunque sea una réplica de sucesor. Gajes de nuestro presidente feliz, mientras el país se cae a pedazos.