Colombia es país pionero de la aviación y el transporte aéreo, quizá por la misma naturaleza y complejidad de nuestra tierra, cruzado el país por tres cordilleras, abismos, altas cumbres, sabanas, llanos y selvas, ríos, la falta de carreteras, de vías y túneles que permitieran comunicar el territorio, el hidroavión apareció en el firmamento de nuestro cielo como la salvación. En principio, se consideró que por no tener que construir pistas para que acuatizaran esas máquinas voladoras que espantaban a las gentes de los campos, con tantos ríos que teníamos, seria relativamente barato y sencillo comunicarnos por vía aérea de un extremo a otro de nuestra extensa y variada geografía. Heroicos pilotos se arriesgaban a volar con tan frágiles naves de un lugar a otro de Colombia, sufriendo algunos mortales accidentes. Pronto se comprobó que los hidroaviones eran insuficientes, peligrosos y costosos para el transporte. Con una industria aérea incipiente tenían pocas posibilidades de desarrollar vuelos masivos a bajo costo.
Por efectos de la I Guerra Mundial que da al traste con el reinado del Kaiser Guillermo II, un selecto grupo de oficiales alemanes de la diáspora que abandona su patria ocupada por fuerzas extranjeras, vino a dar a Barranquilla, en donde fundan la Compañía Colombo Alemana de Transporte Aéreo Scadta. Los pilotos de esa empresa, no solamente figuran entre los pioneros de nuestra aviación, sino que se ponen al servicio oficial del gobierno de Enrique Olaya Herrera, cuando cumplen hazañas inolvidables durante el breve conflicto con el Perú, lo que junto con el valor de nuestros soldados impidió la segregación del territorio colombiano en el sur del país por Leticia. Scadta fue el embrión de Avianca, compañía que hoy sigue siendo emblemática desde que pasó del control de Julio Mario Santo Domingo a ser propiedad del audaz y brillante empresario Germán Efromovich y de otros accionistas. Siendo en la actualidad de las primeras en movilización de pasajeros en el mundo, así como de carga, por su alianza con Taca
El Aeropuerto Eldorado se planifica en el gobierno de Laureano Gómez, sigue la construcción en el ejercicio de facto de Gustavo Rojas Pinilla y lo inaugura el presidente Alberto Lleras Camargo. Durante la presidencia de Álvaro Uribe Vélez se abre una licitación para reformarlo; y en los inicios del mandato del presidente Juan Manuel Santos, con Opaín se acuerda hacer un nuevo aeropuerto, en el mismo lugar y con el mismo nombre, con visión de futuro. Varias medidas que se han tomado en relación con el combustible y distintas facilidades impulsan el auge del transporte aéreo en Colombia. El nuevo Aeropuerto Eldorado acerca a Bogotá a todos los puntos cardinales del país y del exterior. Como lo reconoce Juan Manuel Santos, con sus 104.000 metros de construcción es la mayor obra ejecutada en los últimos tiempos en el país, lo que lo hace sentirse orgulloso, como se sintió Alberto Lleras Camargo, al inaugurar el viejo aeropuerto que costó en su momento 100 millones de pesos. Es de recordar que el tipo de cambio del peso por el dólar, por entonces, era de un poco más de seis pesos. Eldorado que se inauguró el miércoles pasado, según el Jefe de Estado, costó US$ 1.000.000 millones. Además, dijo que: “Esta obra que ustedes hoy están viendo es la primera obra que se comienza en mi Gobierno, y que se termina en mi Gobierno”. Una gran obra. El terminal es de 104 mil metros cuadrados, mientras que el conjunto del aeropuerto anterior de hace medio siglo tenía 57 mil y agregó: “cuando se entregue el otro terminal, el terminal nacional en el año 2014, tendremos un aeropuerto de 180 mil metros cuadrados”.
Durante la ceremonia inaugural de la primera parte del el nuevo Aeropuerto Eldorado, el presidente Santos, tras felicitar al director de la Aeronáutica Civil, Santiago Castro, y al Ministerio de Transporte, apareció en una pantalla gigante la torre de control del aeropuerto, en medio de un fuerte aguacero, donde se veían los controladores que vigilan y orientan día y noche el transporte aéreo. El presidente Santos, se comunicó con la jefa de la torre y ordenó que desde ese momento podían despegar y aterrizar los aviones y movilizarse los pasajeros, tripulaciones y carga por el modernísimo terminal en funciones. En las caras y miradas de la concurrencia se leía la franca satisfacción y el legítimo orgullo de participar en una gran inauguración de indeleble tinte histórico positivo para el desarrollo nacional.