Nefasta noche septembrina | El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Septiembre de 2014

*Pretendían asesinar a Bolívar

*Los ideólogos salvaron la vida

 

Le  corresponde al Libertador Simón Bolívar la magna misión de convertirse en ideólogo, propagandista y caudillo de la emancipación, dado que parte de España había sido ocupada por Napoleón,  la familia real es prisionera en Bayona,  por consiguiente acéfalo el gobierno del Imperio. Hispanoamérica, casi sin experiencia en asuntos de gobiernos y sumida en castas dominadas por españoles y criollos, se enzarza en disputas localistas, en las que los hombres prominentes pretenden gobernar según su posición social e intereses, a  la espera que se defina la suerte de España por el retorno de los Borbones o el predominio de los Bonaparte.  El Reino Unido juega a tres bandas, al  apoyar con la Santa Alianza la liberación de España y el retorno de Fernando  al trono, mientras respalda  los intentos independentistas de Miranda y de Bolívar, al tiempo que desembarca sus marinos  en Buenos Aires y apoya la gestación del Imperio en Brasil. Albión estaba por abrir los mercados del Nuevo Mundo para acabar con la autarquía española que agonizaba por no haber entrado al desarrollo industrial. Por esas calendas el apoyo de la población urbana estaba por la corona, lo mismo que la masa indígena y los pardos tomaban partido por la vuelta al trono de Fernando VII, al punto de expulsar a los mantuanos, incluido Bolívar, del territorio de la Primera República de Venezuela.

Bolívar, al lograr el apoyo  de la Nueva Granada y el de Inglaterra, a la guerra de liberación, consigue mediante su prédica  persuasiva ganar el corazón de la población que le era hostil, tarea en la que le ayuda sin proponérselo el general Morillo al fusilar a varios de los más representativos miembros de la nobleza e inteligencia  en Santa Fe de Bogotá. La prédica Bolivariana de libertad une a la masa en su favor con mística irresistible, lo que evita que se repita la expulsión y asesinato de los criollos ricos como pasó en Haití; y después, durante la descolonización de África. En esa gesta que lo lleva a liberar el Continente con el general Sucre, son muchos los adversarios que deja tendidos en la contienda, están los generales y políticos que lo envidian y siguen por la fuerza de las circunstancias, recelosos del afecto y admiración incondicional que  le profesan las tropas dispuestas a jugarse la vida a una orden suya. Los caciques locales que surgen en los centros de poder como Caracas, Bogotá, Quito, Guayaquil, Lima y aun en Bolivia, no entienden de  su política de grandeza, cada cual quiere quedarse con su partija del botín. Santander, quien, no solamente pretende quedarse con la Nueva Granada, conspira contra la Gran Colombia y urde juzgar a Páez, al mismo tiempo que incita a Bolívar a la guerra contra el llanero. Cuando salía para Venezuela en un juego de tresillo, Bolívar hizo un chiste en el momento que Santander salió del salón, “al fin me tocó algo del empréstito” puesto que iba ganando. Según cuenta el sobrino de Bolívar, Santander  alcanzó a oír y se molestó en extremo. Maestro del disimulo, ni musitó, acaso esperaba que Bolívar y Páez al chocar sables se eliminaran, hasta que el caraqueño lo descubre,  rompe con el astuto político y logra que el indómito llanero se pliegue a su voluntad.

Santander adula y conspira contra el Libertador, pero sus jugadas de tahúr son descubiertas por éste, que tenía muy en alto sus servicios a la causa, por lo que le perdonó varias veces sus indiscreciones y faltas gravísimas, como la insubordinación en  Cúcuta y el sartal de mentiras que tejía con astucia  y con las que lo mantuvo embaucado mientras vivía en Lima. Bolívar le pide al vicepresidente, al ver la patria en ruinas durante el viaje a Venezuela, que no le vuelva a escribir. Al regresar a Bogotá le anula en la práctica sus poderes. Para solventar las diferencias políticas entre Venezuela, Cundinamarca y Quito, se  convoca a la Convención de Ocaña. Población a la que llega Santander y arrienda unas casas y de facto crea una comisión de credenciales, para anular en lo posible el mandato de los bolivarianos, como lo hace con el exmagistrado Miguel Peña. Desde Bucaramanga Bolívar le escribe a Wilson, informando de ese proceder que repugna indigno  con el rango de Vicepresidente. Al no llegar a ningún acuerdo sobre el modelo constitucional, periclita la Convención. Santander, con los Arrublas, Montoyas, se comprometen en la eliminación del Libertador y de su eventual sucesor el Mariscal Sucre. Lo anterior lo relata el general Tomás Cipriano de Mosquera, con lujo de detalles. Los conjurados septembrinos pertenecían a la logia santanderista, de donde salieron varios de los más representativos políticos, que afinaron diversos programas partidistas, como Ezequiel Rojas, liberal ortodoxo, Florentino González, radical librecambista y Mariano Ospina, que en Antioquia muda de ideas y después redacta con Caro un programa conservador.