El arranque de la temporada navideña tiene a muchas ciudades y municipios con buena parte de los andenes de las calles más transitadas inundados de toda clase de adornos relativos a la que es considerada la época más festiva del año.
Sin embargo, es bueno preguntarse de dónde vienen todos esos productos, cuyos precios en muchas ocasiones son bastante bajos. Y el interrogante es aún más valedero si se tiene en cuenta que en casi todos rincones del país se escuchan quejas de los artesanos y productores locales denunciando una competencia desleal y en no pocos casos que las mercancías que se están promocionando en esas ventas ambulantes son de contrabando proveniente de naciones asiáticas.
Puede que para el peatón que logra comprar adornos a un precio cómodo este problema no le afecte demasiado, pero es claro que aquí hay un asunto que debe preocupar a las autoridades de Policía, aduaneras así como a las administraciones locales. No se puede condenar a los productores y artesanos criollos a la quiebra, pues es claro que no alcanzan a competir en igualdad de oportunidades con las mercancías asiáticas, que son producidas en grandes volúmenes y con bajos costos de mano de obra y materias primas, y, como se dijo, en no pocas veces de contrabando.
En estos casos sería bueno estudiar la posibilidad de proceder igual que se hizo meses atrás cuando se detectó un cargamento de sombrerosvueltiaos producidos en algún país asiático, lo que generó de inmediato una protesta de los artesanos vallenatos, obligando a las autoridades gubernamentales a tomar medidas de inmediato y bloquear la comercialización de las imitaciones de uno de los símbolos más tradicionales de nuestra música.
Hay que proteger al artesano local, más aún porque muchos de esos productos navideños los hacen madres cabeza de familia, personas que no han conseguido un empleo formal y ven en la venta de estos artículos de temporada una posibilidad de tener un ingreso en una época en donde se necesitan recursos adicionales para regalos, matrículas, descanso o, en el caso de los más necesitados, dinero para sobrevivir.
La tan reiterada campaña de “colombiano compra colombiano” debe tener por estos días un impulso más definitivo. Por ejemplo, desde las propias instancias públicas y privadas que apoyan a las pequeñas empresas y las personas emprendedoras deberían buscarse canales de contacto y distribución eficiente de estos productos criollos navideños, evitando así que lo que se vende en los andenes termine siendo lo más demandado.