*Un fenómeno creciente en todo el país
*Múltiples implicaciones, difícil desmonte
Una vez más está sobre la mesa la necesidad de afrontar la problemática que está generando en todo el país el fenómeno del mototaxismo. Contrario a lo que muchos consideran en torno de que se trata de un flagelo que debe atacarse desde el punto de vista de control policial y de las autoridades de tránsito a nivel regional y local, en realidad qué hacer frente a esta modalidad ilegal de transporte tiene muchas más implicaciones.
Si bien es cierto que por ese mismo carácter informal es muy complicado tener estadísticas sobre cuántas personas se dedican a cobrar por movilizar pasajeros en motocicleta en múltiples municipios, ciudades y veredas de todo el país, quienes urgen que esta actividad sea legalizada sostienen que no serían menos de 800 mil prestadores de este ‘servicio’ en más de 22 departamentos. A ese cálculo le agregan que si cada una de esas personas tiene un núcleo familiar básico que dependa de sus ingresos, entonces del mototaxismo estarían viviendo en el país no menos de tres millones de personas de manera directa e indirecta. A ello hay que sumarle el hecho de que muchos de sus usuarios sostienen que tienen que acudir a esta modalidad de transporte porque es la única que se consigue en barrios periféricos, suburbanos o áreas rurales, en donde los taxis, buses y colectivos no prestan el servicio. También entra a jugar el aspecto económico, puesto que el pasaje en una motocicleta en no pocos casos termina siendo más barato que el de un taxi o bus, lo que obliga, entonces, a que en el análisis de esta problemática se tenga en cuenta el impacto en la economía familiar que tendría acabarlo. Tampoco faltan los que defienden el mototaxismo por considerar que es la solución más eficaz para no perder tiempo en ciudades y municipios en donde la deficiencia de vías o el sobrecupo de automotores generan innumerables y largos trancones. Y a todo lo anterior debe sumarse que si se parte de la base de que hay 800 mil motocicletas prestando este servicio informal, se trata de un parque automotor que genera una cadena de empleos y economía derivada en materia de consumo de combustible, repuestos, equipamiento y talleres de mecánica, entre otras actividades.
En la otra orilla se ubican las autoridades y el sector formal del transporte. Las primeras advierten que el mototaxismo es una modalidad no solo ilegal sino muy insegura para transportar pasajeros. Sustentan ese argumento en las estadísticas sobre creciente siniestralidad, víctimas mortales y heridos en donde las motocicletas se ven involucradas. De igual manera, a diferencia del transporte público formal individual, colectivo y masivo, el mototaxismo no está amparado con pólizas de seguro y de responsabilidad civil a terceros que permitan cubrir los gastos e indemnizaciones que se generan cuando hay percances viales. Igual, a los miles de conductores no se les pueden hacer controles permanentes sobre sus capacidades físicas y mentales que los habiliten para prestar un servicio de tanto impacto en la ciudadanía. En cuanto a las empresas de transporte legalmente autorizadas, es evidente que éstas a diario pierden cuantiosos recursos por la competencia informal de un mototaxismo que no paga por licencias, tampoco rodamiento, impuestos, compra de cupos, viabilizar rutas y horarios así como otra serie de requisitos que las autoridades imponen al sector transportador legal. A la par de ello están los diagnósticos, sobre todo en varias ciudades de la costa Caribe, respecto de que el principal talón de Aquiles de los sistemas de transporte masivo, con base en buses articulados, no lo es tanto la red de buses y colectivos que se resiste a salir del servicio, sino el mototaxismo que ha ganado gran terreno en los últimos cinco años. Y, por último, pero no menos importante, está el hecho de que en algunos casos se ha denunciado que las bandas criminales se han empezado a apoderar de este negocio, cobrando ‘vacunas’ a los conductores de las motocicletas o montando sus propias ‘empresas’ ilegales, llegando incluso a ‘sectorizar’ las zonas en donde pueden trabajar.
Un informe de este diario en la edición del jueves daba cuenta de que para varios congresistas de distintos lugares del país el mototaxismo ya es muy difícil de prohibir y lo procedente es que se entre a reglamentar y formalizar. Ese diagnóstico no es nada nuevo. Hace varios años se ha puesto sobre la mesa pero no ha pasado nada. El problema es que el fenómeno siguió creciendo y cada día es más difícil de desmontar o combatir.