*La paz, el conflicto y el posconflicto
*Seguridad ciudadana, el reto principal
Más que por las personas, el intercambio en el Ministerio de Defensa y la embajada de Estados Unidos, entre Juan Carlos Pinzón y Luis Carlos Villegas, pareciera una apuesta por el proceso de paz. Que necesita, a no dudarlo, una revigorización y sobre todo una adecuada sintonía entre las Fuerzas Armadas y la Mesa de La Habana. De modo que la selección en la cartera de guerra apuntaría a ese propósito cuando, por su parte, el ministro saliente dejó, en todo caso, organizado, ciertamente en un hecho sin precedentes, el equipo de generales y almirantes que trabaja, con la guerrilla de las Farc, el cese de fuegos bilateral y definitivo.
Para nadie es secreto, claro está, que uno de los componentes más importantes del proceso está, precisamente, en el adecuado manejo de las relaciones con el cuerpo castrense. Llegando allí un hombre de experiencia en la representación gremial de las empresas más importantes del país, como Villegas, retornado recientemente y de su lado al sector público como negociador de paz y diplomático, tiene ahora en sus manos ese tema tan sensible, no sólo con respecto a la institucionalidad, sino frente a la opinión pública. De hecho, conocido su estilo pragmático y desprevenido, con altas dosis de inteligencia y sabida por igual su lealtad a toda prueba, parecería el momento de consolidar la opinión castrense en su vocería. De hecho, no debería sonar extraño, dado el caso, que el propio ministro de Defensa se acercara a La Habana en momentos cruciales, lo mismo que mantener relaciones cercanas con el cuerpo de generales en retiro.
La tarea, de otra parte, es ardua. Preparar a las Fuerzas Armadas para el llamado posconflicto, donde por descontado sería absurdo no consolidarlas en todo el territorio, y adoptar al mismo tiempo un ajuste correspondiente en las fronteras, será objetivo prioritario. Teniendo, de otro lado, un cuerpo de ingenieros militares de gran nivel, el país no puede perderse de tal experticia en la construcción de esa infraestructura vial necesaria en la que la empresa privada, en lugares difíciles y apartados, no suele comprometerse por no comportar ánimo de lucro y los réditos concomitantes a su actividad. Pero esas vías tienen la misma importancia que las demás, inclusive pueden ser fundamentales para la solidez y sostenibilidad de la paz, tanto en cuanto son las que más se requieren en las zonas agobiadas por el conflicto. Lugares, por lo demás, que fueron abandonados por el Estado o donde muy precariamente ejerció soberanía social y que fueron aprovechados para la expansión de los cultivos ilícitos y la creación de reductos guerrilleros. Y en el mismo sentido de lo anterior, también deberá prepararse a la Fuerza Pública, en sus componentes policiales y militares, para no sólo salvaguardar los recursos naturales, en especial los hídricos, sino para evitar los desastres ambientales causados por la escabrosa minería ilegal, la tragedia de la multibillonaria tala que acaba con las reservas forestales, y la “roya” del contrabando sin talanquera.
En tanto, también Villegas deberá estar muy activo en el frente jurídico. Según lo dicho por el Vicefiscal de la Corte Penal Internacional, el ojo avizor principal de ese tribunal está en los denominados “falsos positivos”. Al mismo tiempo ya existe prácticamente un consenso general en que los militares que, por razón del servicio, se hayan extralimitado en sus funciones, podrán recibir un tratamiento adecuado a una paz de doble vía. En ello, por igual ya lograda la recomposición del fuero militar, el ministro de Defensa será personaje básico. Tendrá que sopesarse, con todo el tino del caso, la legislación correspondiente.
La otra labor gigantesca que le espera a Villegas es la de la seguridad, no sólo la nacional, sino particularmente la ciudadana. En efecto, si el proceso de paz tiene escasa credibilidad en las encuestas, muchísimo peor lo que tiene que ver con el nivel de intranquilidad en barrios y calles. Tanto así que en todos los sondeos para las próximas elecciones de alcaldes y gobernadores, este último tema sobrepasa, con creces, a todos los demás. En solo Bogotá, el asunto aparece con un 51% de prevalencia y de lejos le sigue la movilidad con el 12%. Más o menos lo mismo sucede en las otras regiones. Pareciera, pues, necesario un debido acoplamiento entre las funciones de Villegas y el ministro sin cartera, exgeneral Óscar Naranjo.
El enroque, al mismo tiempo, se produce sin mayores sorpresas, ni modificaciones particulares. Un aliciente más para decir: manos a la obra.