* Casi 251 mil se crearon en nueve meses
* Urge garantizar que crezcan y perduren
Colombia es, sin duda, uno de los países latinoamericanos en donde el proceso de reactivación económica viene mostrando mejores resultados y proyecciones. Buena parte de los indicadores macro y micro que permiten establecer el estado del sistema productivo se encuentran en una senda positiva y, lo más importante, permanente, una característica esencial que lleva a concluir de manera objetiva que es un fenómeno consistente y no simplemente derivado de algunas circunstancias coyunturales en materia de precios altos transitorios o diferenciales cambiarios.
Sin embargo, como lo anotáramos días atrás en estas páginas, uno de los flancos que más expectativas genera es el relacionado con la situación empresarial, uno de los sectores más golpeados por el coletazo social y económico de la pandemia. Las cifras de ventas del comercio, la industria y otros rubros de bienes, productos y servicios han progresado rápidamente, sobre todo en el segundo semestre. Las encuestas sectoriales evidencian un alto optimismo sobre los niveles de producción, uso de capacidad instalada, demanda de energía, liquidación de inventarios e incluso de recontratación de personal o enganche de nuevos trabajadores, aunque en este caso el repunte todavía es muy tímido y el nivel de desempleo apenas si está cayendo al que se tenía en marzo de 2020, cuando comenzó la emergencia sanitaria.
No en pocas ocasiones insistimos en que así como era urgente canalizar ayudas a las familias más afectadas por la crisis del covid-19, igual debía hacerse con las empresas que enfrentaban el riesgo de quiebra. Afortunadamente en el marco del plan de contingencia activado por el Estado se crearon instrumentos como los subsidios a las nóminas, líneas de crédito flexible, incentivos al empleo, exenciones en pagos de seguridad social y otros alivios tributarios que hicieron las veces de salvavidas para gran parte del entramado empresarial, sobre todo el formal y organizado. De hecho, resulta muy positivo que parte de esos apoyos extraordinarios a los nichos productivos y generadores de empleos se hayan mantenido en el tiempo, como quedó comprobado en las leyes de Inversión Social y Presupuesto General para 2022, recientemente aprobadas por el Congreso.
Ahora, aunque ha sido tangible el impacto de ese paquete de ayuda a las compañías de pequeño, mediano y gran tamaño, no deja de sorprender, en el plano positivo obviamente, el informe de Confecámaras en torno a que más de 251 mil empresas se crearon en Colombia entre enero y septiembre de este año, es decir un 16% más que en igual periodo del año pasado, gran parte del cual estuvo signado por el lapso más crítico de la pandemia, con cuarentenas drásticas a bordo.
Hay que resaltar la capacidad de emprendimiento y resiliencia colombiana que se desprende de esa cifra. Por ejemplo, es muy diciente que del total de inscritos nuevos en el Registro Único Empresarial y Social (que recoge información de las 57 Cámaras de Comercio del país) el 75% corresponde a personas naturales en tanto 24% son sociedades. Comparando con enero-septiembre del año pasado, las primeras crecieron casi un 15% y las segundas 22%. Es sintomático del rumbo de la reactivación que los negocios en materia de servicios vayan a la delantera, seguidos muy de cerca de comercio, industria y construcción. También resulta llamativo que un poco más de la mitad de las unidades productivas nuevas se constituyó generando al menos un empleo (lo que significaría como mínimo 125 mil plazas) y que, en cuanto al tamaño de las mismas, el 99,5% son microempresas y el pequeño porcentaje restante son pequeñas, medianas y grandes empresas.
Lo importante frente a todo ello es que desde los gobiernos Nacional, regionales y locales se activen mecanismos eficaces para apoyar todos estos emprendimientos empresariales, de forma tal que no sean ‘flor de un día’, sino que progresen, sean rentables y permanezcan en el tiempo. Muchas de esas microempresas muy seguramente pertenecen a personas que perdieron sus trabajos en medio de la crisis pandémica y apuestan ahora por un negocio propio -y formal, lo que es absolutamente clave- para nivelar su nivel de ingreso y el de sus familias. Hay que hacer una búsqueda activa de esas 251 mil unidades productivas, apoyarlas en sus planes, crear líneas de crédito flexible de fácil acceso, mantener un monitoreo permanente a su capacidad de generación de empleo, perfilarles lo más posible posibilidades de mercado y redes de compradores, tanto públicas como privadas. En otras palabras, el reto es que esas 251 mil nuevas empresas sobrevivan y crezcan porque se proyectan como un salvavidas de primera línea al empleo.